lunes, 30 de noviembre de 2009

Cap. 9: Ensomhet, la Ciudad de los Lagos Muertos.



-¿Cómo llegamos aquí?- Preguntó Jack a su madre.

-Volamos- Respondió Natalie.

-¿Cómo no me di cuenta de que volábamos?

-Tú dormías.

-¿Pero cuantas horas he dormido?

-Muchas-

Jack recordó amargamente la promesa que le hizo a Ángela, su amada. Ahora quería regresar a su antiguo hogar, deseaba estar con ella antes que muriera.

-¿Qué tan lejos estamos, mama?- Preguntó y se le hizo un nudo en la garganta, Natalie hizo una pausa, miraba al vacío con una preocupación que no podía disimular del todo.

-Lejos, muy lejos hijo.

Natalie estaba embarazada, lo descubrió una noche después de comprar la nueva casa y de darse cuenta que el Adonis griego por quien cambió su vida de privilegios de la clase media a una vida incierta en esa ciudad desconocida, no era más que un fraude del cual las mujeres que ya se están haciendo mayores son frecuentes víctimas. Ese día él se fue para no volver y esa noche ella observaba su prueba tornándose rosada. Trató de llamarlo pero él no contestaba.

La ciudad se llamaba Ensomhet y Jack D’ Nottingham recordaría siempre que “Esa maldita ciudad era más fría que el invierno más cruel y no paraba de llover, nevaba desde octubre hasta febrero, los bosques pareciera que te observaran y los lagos tenían voces propias, de hombres ancianos llenos de odio. Lo peor de todo es que esa ciudad estaba muerta, la gente vivía en una melancolía perenne y nada interesante pasaba, lo que más se extraña es el calor del sol, o su sola imagen”.

Jack tenía trece años cuando hizo una llamada de larga distancia para recibir la noticia con interferencias telefónicas “Lo siento chico, Ángela ha muerto hace dos meses. Ella preguntó por ti, dijo que en el cielo ella también leería contigo”. Devastado, caminó por el borde de uno de los lagos que susurraba el nombre de su amada.

Natalie observaba cómo su hijo se alejaba de ella cada día, estaba creciendo, sería causado por las hormonas, la adolescencia. Pero es muy doloroso que un hijo ya no le demuestre cariño a su madre, y mucho más ahora cuando ella se sentía atrapada en el umbral de un hogar diminuto, lejos de su familia, de las personas que la amaban. Pero Jack D´ Nottingham desde ese momento odió a su madre. La odió por haberlo alejado de Ángela antes que ella muriera, la odió por su falta de juicio, por dejar que sus sentimientos actúen por encima de la razón y por condenar a sus hijos a la infelicidad que ella se buscaba sin querer.

Y fue en esa ciudad lluviosa en la cual los pesares aumentaron, la economía se quebró en el hogar y a pesar de tener un recién nacido, Natalie se las arregló para que sus hijos no murieran de hambre. Tantas fueron sus penas que se convirtió en una mujer frágil, hipocondríaca y de fácil llanto. Había conocido la decepción de la vida, ya no se convertiría en una actriz de Hollywood, no se casaría con un millonario que la mantenga, no conocería París, iría a restaurantes, bailaría y se codearía con personas interesantes. Ahora estaba esa lluvia que no la dejaba avanzar un centímetro, y la niebla de las noches frías. Y dos hijos que crecían rápidamente y la miraban con desconfianza. Y un hijo recién nacido que absorbía toda su poca energía. Y esa casa inmensa que se derrumbaba en pedazos llevándose todas sus ilusiones de niña mimada.

Entonces desde uno de los lagos llegó un barco y estaba el Adonis griego en él, estaba de visita en la ciudad y no dudó en alojarse con Natalie. Ella era una mujer sola y las demostraciones de cariño eran su elixir así que se rindió a una noche de pasión junto a ese hombre escultural sin prestar atención al hecho de que sus hijos estaban despiertos a la medianoche sintiendo rencor por las cosas que sucedieron y que sucederían.

Esa noche Jack D’ Nottingham huyó, llamó a su padre desde un local de mala muerte y se refugió en uno de los bosques hasta que Iván llegó a la triste ciudad y volaron juntos dejando a Natalie al borde de la desesperación.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Cap. 8: La Bruja de Fuego.


Mi buen amigo Juan Carlos:

Confieso que mis excusas no tienen fundamento, pues me he visto abrumado de experiencias adversas durante el transcurso de la semana. Pero te prometo que estoy mejor. Me encuentro escribiéndote ahora en la plaza del rectorado de la Universidad Central de Venezuela, entre otros estudiantes, recostado de una de las columnas con vista a esos esplendorosos jardines en los que tú y yo conocimos a Alicia perdida entre la multitud y rivalizamos por su amor. Estoy relajado, siendo acariciado por estas hermosas ninfas que se esconden entre la brisa, realmente son hermosas y sus vestidos brillantes me recuerdan al de mis musas que aun siguen de viaje en los maravillosos palacios de los Campos Elíseos. En verdad es reconfortante pues hasta hace poco estuve un tanto melancólico pues sentía que cada paso que daba en adelante me regresaba al punto de partida.

Hoy volví a mi rutina, compré la prensa que casualmente hoy está en sus ediciones especiales para desempleados. Hay un artículo en particular, ofensivamente coloquial que dice “UNA MUCHACHERA BUSCA CHAMBA”, por supuesto no te diré cual periódico es porque sé que ya lo habrás adivinado entre risas. Pero en todo caso dice la verdad, hay millones de personas en el mundo que están igualmente en mi lugar. A inicios de semana leí un artículo de prensa que decía “Hoy es el último día… Contratación inmediata… Sueldo superior a 2600 Bs F… Empresa líder en el ámbito publicitario… Estabilidad laboral, beneficios de la LOT (Ley Orgánica de Trabajo)… Presentarse antes de las 5 pm en el edificio…” Eso lo había leído a las tres de la tarde, de modo que emprendí una carrera haciéndome el nudo de la corbata mientras entraba a la estación del metro. En la recepción estaba una mujer enjuta y mirada torva que me indicó la ruta hacia una sala de espera que estaba repleta de aspirantes, de todos los colores, tamaños y estilos. Luego de llenar la planilla de solicitud de empleo y ser llamado, ingresé a otra oficina un poco más oscura que la anterior, simultáneamente con cinco personas más, nos atendió una mujer de tez blanca y ojos vino tinto, tan profundos que parecía que leyeran los pensamientos. Sus labios carmín tornaban una sonrisa maliciosa y levantó los ojos hacia nosotros, nombró a los cinco que estaban conmigo y les dijo “No me harán perder mi tiempo y no les haré perder el de ustedes, hasta luego, buenas tardes” Lo dijo en una sola línea de voz, luego me indicó amablemente que me sentara. “Sé que soy grosera” Me dijo al notar mi incomodidad “Pero es mi forma de ser, soy potente y fugaz como el fuego. Nací bendecida con un rubí mágico un cuatro de diciembre, me consagraron a Santa Bárbara y desde mi mayoría de edad soy su más valiosa guerrera. Mi personalidad es como las llamas incandescentes, como el magma de un volcán, soy furia y pasión. La paciencia y la sutileza no las poseo, pero he sabido controlarme con el pasar de los años. Mi nombre es Rouge La Chapelle” extendió su mano y con sólo tocar su piel me sentí excitado, era una especie de corriente caliente que brotaba de su piel pero inmediatamente mi pensamiento se dirigió a lo del empleo. “Tendrás una semana de inducción para optar a tu empleo, comienzas mañana, yo daré las clases y si apruebas la prueba final estas dentro de nuestra empresa”.

Al día siguiente comenzó el seminario de inducción, Rouge La Chapelle llevaba un traje de ejecutiva de color negro que contrastaba con sus accesorios rojos, en verdad era hermosa, de estatura baja y con un cuerpo escultural. Sus ojos profundos arrasaron a cada uno de los presentes y me sentí incómodo en una oportunidad. Comenzó diciéndonos “Eviten tener mentalidad de empleados, deben empezar a pensar como empresarios”. En ese momento pensé que ese discurso ya lo había escuchado en alguna de las molestas charlas de Herbalife, estuve a punto de levantarme pero ella dijo “Esto no es venta, no es lanzarlos a la calle a vender productos mintiéndoles al decirle NO ES VENDER SINO RECOMENDAR, no somos Herbalife, se los aseguro” Lo dijo guiñándome un ojo, me quedé estupefacto, entonces ella podía leer las mentes de quienes estuvieran allí. Al final de día estuve mucho más confundido que antes pues no me explicaron la función que desempeñaría en la empresa. “Los estaremos llamando para decirles que no vengan mañana, que no cumplieron con el perfil y están despedidos” Ella hablaba con voz tan autoritaria pero sensual a la vez.

Pero mientras pensaba en ese mundo de Alicia en el que los conejos toman tazas de cappuccino con galletas de limón, los sombrereros locos ahora usan boinas en vez de sombreros de copa, la ambición es mala para un negocio y que te digan de una entrevista de trabajo “TE LLAMAREMOS” es la palabra que menos deseas esperar; llamó nuestro amigo Arturo (lo recuerdas) contándome lo triste que estaba pues el padre del amor de su vida había muerto en un accidente de tránsito, al parecer fue culpa de una imprudente al volante, una abogada que sobornó a las autoridades y huyó rumbo a este Niflheim en el que resido. Manifesté mi opinión de denunciar ante el Ministerio Público y abrir una investigación pero la respuesta que escuché fue “Pero eso no le regresará a su padre, la justicia de Dios se hará cargo de ella”. Sé que no estarás de acuerdo conmigo amigo pero me desagradó escuchar esa frase, aunque el respeto por Arturo y su gran amor es inmenso busqué el consejo de mi Arcángel Gabriel quien me contó una historia:
“Hace algunos años hubo una inundación allá abajo, en la costa. Un hombre llamado Lucio se encontraba refugiado entre las resbalosas tejas del techo de lo que era su casa. Pasó un hombre que había improvisado una balsa a partir de unos troncos y le dijo ‘¡Ven amigo! Hay espacio para dos’ pero Lucio se negó y respondió ‘Mi Dios me salvará’, luego pasó otro señor en un bote pesquero haciéndole señas con la mano para que entrara en él pero Lucio dijo ‘Vete que mi Dios me salvará’, Llegó un helicóptero que luchaba con el fuerte viento para rescatar al señor pero Lucio al ver tres intentos fallidos les gritó ‘No importa, váyanse que mi Dios me salvará’. Pero el tiempo empeoró y Lucio murió ahogado. Al llegar al cielo lo recibí en la entrada preguntándome con tono inquisitivo ‘¿Pero por qué mi Dios no me ha salvado?’ a lo que le respondí ‘¿Pero no has visto la balsa, el bote y el helicóptero que Él te mandó para que te salvaras?”

Nada ni nadie posee el derecho a arrebatar una vida de esa forma, pero es humano sentirse impotente ante la injusticia que ha comenzado a caracterizar a este Niflheim, y la gigantesca diosa Hel se maravilla con la decadencia que esta arrebatando las esperanzas y felicidades de millones de personas que luchamos todos los días apretujados implorando clemencia para nuestras almas en pena.

Pero al otro día fue peor la situación pues Rouge La Chapelle nos acorraló en la sala de conferencias mientras hablábamos animadamente y dijo en un tono juguetón “Está prohibido hacer amigos en este lugar, están veintiocho pero serán cinco los seleccionados, así que desde ahora comenzarán a luchar los unos a los otros para sobresalir”. Me sentí tan incómodo cuando ella me miró y me dijo “Serás el jefe del Equipo Nº 4, promocionarás este producto y necesito que me realicen una estrategia de mercadeo” Me entregó unos guantes de cuero con rubíes incrustados en las costuras. Cada día las pruebas se hacían más difíciles y el ambiente de tensión se sentía pero al último día esa mujer exuberante, radiante y maliciosa nos habló de nuestra función. Y no era más que un simple trabajo de Promotor de un sistema de tarjetas de crédito privado, poco confiable y con ya varias demandas en curso. Pero Rouge La Chapelle me miró a los ojos al final de ese día y me dijo “Eres demasiado abogado para que trabajes en algo como esto, pero me agradas, si vienes mañana te contrataré sin dudarlo”. Pero no regresé, amigo, ya sabes por qué. Pero aun no pierdo mis esperanzas, mi camino es incierto pero sigo caminando, ahora a paso más suave y sé que llegaré al final… lo que no se es qué se encuentra en ese final, espero que sea la salida de este Niflheim.

Tu amigo.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Cap. 7: El Primer Amor de Jack

Tal vez él era muy pequeño para manejar tantas emociones juntas, pero la primera vez que Jack D’ Nottingham observó la ciudad Puerto Ordaz un encantamiento se alojó en él. Donde quiera que estuviera sus ojos sólo podían reconocer maravillas, ajenas a su entorno anterior en el que la playa, el calor y la suciedad eran costumbres nada extraordinarias.

Tenía 8 años, su madre Natalie se aseguró que él y su hermana Katterina se sintieran cómodos en aquel lugar en el que ya no sentirían la amenaza de Gregory El Gordo. Jack desarrolló un gusto particular por los detalles del entorno que lo rodeaba, él podía ver más allá de lo que los demás normalmente observaban en un edificio (Por ejemplo). La ciudad le parecía futurista, limpia y su gente tenía una cultura totalmente distinta a la que él estaba acostumbrado, las tradiciones mineras, las joyas en crudo y la devoción religiosa al Río Caroní tan salvaje y poderoso.

El primer día de escuela llegó y Jack trataba de controlar la serpiente pitón que le estrangulaba las entrañas. “¿Cómo serían los demás niños?” Pensaba, él era muy tímido porque no entendía que los demás no vieran lo que él observaba entre las ninfas que bailaban en el cielo. Pero los miedos se tornaron en algo más extraño cuando llegó a su salón de clases, porque allí estaba ella.

-Hola, mi nombre es Ángela – dijo la niña que estaba sentada a su lado, ella tenía la cabellera dorada adornada con lazos rosados muy pequeños, unos ojos azules muy penetrantes y una sonrisa celestial.

No era miedo lo que sentía ni tampoco felicidad, podía ser una cosa entre los dos porque era como si le estrangularan el pecho. ¿Pero eso era bueno o malo? Había escuchado innumerables historias de su madre acerca del amor que sentía por su padre, historias que terminaban el llanto inconsolable de ella mientras miraba entre los edificios, tratando de encontrar a la luna como si fuera su más ferviente confidente.

Y durante esas noches Jack no podía dormir cómodamente, pues la imagen de la niña dorada se acrecentaba, se imaginaba haciendo muchas cosas con ella pero ni se atrevía a hablarle en realidad. Es que no sabía si estaba bien o mal. Tal vez esté en lo cierto o quizá esté equivocado, amar sería un problema tal como él lo hacía y si esto era un crimen entonces él era el culpable, condenado por amarla mucho. La niña delicada del quinto grado en la escuela adventista de aquella luminosa ciudad, los ángeles sonreían al verla pasar siempre con impecable sonrisa, la más hermosa del mundo. Él se sentía un niño insignificante a su lado y eso era bueno. Pero si eso era un crimen entonces él era culpable, condenado por amarla bastante. Es que no era lo mismo, y qué si era un crimen, es que era un problema hablar con algo tan hermoso. Quizá era malo soñar con ella en una solitaria y fría noche, si eso era un crimen entonces él era culpable, condenado por amarla demasiado. Pero qué podía hacer, la vergüenza era terrible, qué podía decirle, cómo podía explicarle que era un niño enamorado, no podría enfrentarlo. Ella era la verdad, era la pureza, tantas cosas bonitas que alegraban con su sola presencia; pero Jack siempre era el mismo niño. Silencio y mirada, sueños y esperanza, el amor no resultaba ser fácil. Si eso era un crimen entonces él era culpable, condenado por amarla de esa manera.

Y mientras Jack sufría y gozaba en silencio, Natalie rehacía su vida sentimental. Ese Adonis del trabajo llevaba meses cortejándola hasta que ella cedió. Era como una de esas fantasías de libros rosas hecha realidad, ella aún era una mujer hermosa pero no pensaba despertar los deseos de un dios griego como ese. Y fue en ese momento en el que Iván reapareció en esa lejana ciudad con la excusa de visitar a su hijo. Tal vez porque el matrimonio con el pasar de los años perdió toda su belleza, tal vez se sentía solo en su interior o le hacía falta por lo menos ver la personalidad cursi de Natalie que a él le encantaba. Pero cuando ella se apareció en el Mc Donald’s tomada de la mano con aquel joven su corazón se apagó, sabiéndolo disimular a la perfección.

Y durante un tiempo, Natalie fue feliz. Al igual que su hijo quien estaba enamorado profundamente de un ángel. Y Katterina a pesar de ser una niña común despertaba a veces llorando para pedirle perdón a su madre porque fue culpa suya que su padre los abandonara.

Fue una noche de tormenta cuando apareció en casa una mujer vestida de negro, con cabellos azabaches largos hasta la cintura coronados por un amplio sombrero y labios del color de la sangre. A Jack D’ Nottingham le recordó la imagen de un vampiro y se escondió entre unos muebles de la sala. La muerte se alojaba en la mirada de esa mujer y sus gritos eran diabólicos. Resultaba ser la ex esposa del Adonis de Natalie. Una mujer con desequilibrios mentales que amenazó a todos los que moraban en esa casa con una vida de miserias, luego de golpear a Natalie en la cara y derribarla se fue hacia la espesura de la noche lluviosa.

Jack sólo podía pensar en el refugio de su amada Ángela pero al llegar a su casa al día siguiente una tristeza rondaba aquella morada. Ella lo abrazó y le dijo con una sonrisa tan amplia que las lágrimas no lograban empañarlas. “Dicen que tengo cáncer, Jack. Y que no me queda mucho tiempo. Dicen que no puedo salir a jugar más contigo porque puedo cansarme mucho. Pero puedes quedarte aquí leyendo conmigo si quieres”.

Los meses transcurrieron, Natalie se había distanciado de sus hijos y por alguna razón desconocida estaba viajando muy a menudo, dejando a Jack y Katterina al cuidado de muchas niñeras que terminaban robando. Jack culpó de esto a ese nuevo hombre joven que ni siquiera les dirigía la mirada. Y las tardes y noches se escapaba a leer muchos cuentos junto con Ángela que cada vez se hacía más pequeña, y más pálida. No sabía si sentía dolor porque ella nunca se lo demostraba, pero a Jack le parecía la persona más hermosa del mundo ¡Es que la amaba tanto! “Te prometo que nunca te dejare” Le dijo y ella dejó escapar una lágrima mientras sonreía.

Pero al día siguiente Jack desapareció. Pues su madre se lo había llevado a una ciudad lejana en la cual huirían de aquella mujer vampiro que podía atentar contra el bienestar de sus hijos.

Jack nunca más vio a Ángela.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Cap. 6: La Graduación.

Mi buen amigo Juan Carlos:

Sabes que no soy un hombre religioso, pero encuentro adecuado el salmo 20; 07 para esta ocasión “Ahora sé que el Señor ha dado la victoria a su Ungido, lo ha hecho triunfar desde su santo cielo con las proezas de su mano salvadora” Pero esta victoria no es el fin, sino el comienzo incierto de una vida, he vuelto a nacer en las entrañas del Niflheim pues ¡Pueda la corriente de la historia jamás cesar de fluir!


Juan, muchas gracias por estar presente en espíritu ese día aunque, como me lo exigías, te contaré todo con lujo de detalles. El lunes volví a madrugar a las cuatro de la madrugada como ya era costumbre en mi etapa académica, ya conoces que la universidad está a una distancia generosa del lugar donde vivo ahora. Ese día se celebró la ceremonia formal de la Firma del Acta de Grado, llevaba mi traje negro, ese que tú casi manchas de mostaza cuando nos graduamos de bachilleres en la calurosa cancha del “Santo Antro”, una camisa blanca y corbata negra, bastante clásico si me permites la acotación. Estuve tan feliz de entrar en mi alma mater, esta vez sin una preocupación sobre mis hombros, pues lo había logrado, vencí los obstáculos que impedían llegar esa etapa. Recorrí las aulas en las que había vivido tantas aventuras y lo recordé vívidamente: Las peleas con el terrible profesor de Derecho Ecológico quien corregía al azar y siempre daba respuestas incorrectas; las vivezas del Profesor de Derecho Laboral, que aprobaba a quien le caía bien; La menopausia creciente de la profesora de Derecho Mercantil que nos afectaba a todos; las clases prácticas del profesor de Criminalística; la naturaleza estricta del profesor de Derecho Procesal Penal III; la camaradería y amor de la profesora de Derecho Tributario; la falta de pudor de la profesora de Medicina legal y las brillantes clases llenas de filosofía de Derecho Constitucional con la mejor profesora de toda la carrera “MARISOL AGUILARTE” quien una vez nos dijo: “Lo que les estamos enseñando nosotros… es mentira, la calle es distinta a la teoría pero nuestras integridades son verdaderas ¡No podemos perderlas!”;Recordé a la profesora de Filosofía del derecho, con su indumentaria extravagante y personalidad frágil; al profesor de Derecho Civil que se le quebraba la voz cuando daba las clases; a la profesora de Derecho administrativo quien exhibía sus escotes con orgullo modelando un cuerpo espectacular; a la profesora de Derecho penal que estaba ¡¡Loca!! Al Profesor de Derecho Procesal Civil IV quien dijo una vez: "Yo no he cobrado un juicio que pierdo, y yo no he perdido ningún juicio..."; Recordé al viejo y senil profesor de Lógica Jurídica diciéndonos: “La vida es un laberinto enredado, con trampas y vueltas atrás y ustedes son las ratas que lo cruzan…algunas llegarán a la meta, otras morirán en el intento, unas desistirán y regresarán al punto de partida, pero la mayoría pasará el resto de su vida recorriéndolo sin saber adónde ir”. Y mientras me paseaba por los pasillos lo supe, elegí un camino cruel y ahora es que comenzaré a cruzarlo, pero ya tú sabes, mi buen amigo, que no tengo miedo.

El martes busqué a mi madre en la estación de Buses Peli Express, al lado del Parque del Este, ella hablaba animadamente de lo agresiva que estaba convirtiéndose la campaña electoral en todas partes mientras, extrañado observé a mis tres musas despidiéndose de mí con un ademán en ambas manos y sonrisas reconfortantes, no es la primera vez que me abandonan y siempre regresan más radiantes como si hubieran estado de viaje en un spa celestial. Nada más llegar a casa, dejar las maletas y estaba a punto de volver a salir cuando Sita, una de las gatas de mi tía me lanzaba esa mirada suplicante de la semana pasada y me dijo “Ten mucho cuidado Jack, no te alejes del sonido esta noche pues mañana será tu día” Consternado salí rumbo a la estación terminal La Bandera a buscar a mi hermana, no puedo explicar por qué pero al cruzar esas calles oscuras repletas de alimañas y sombras macabras tuve una sensación de insufrible pesar, como si me agobiara la niebla que comenzaba a agolparse en las esquinas y entraba lentamente en el decadente edificio del que entraban y salían buses de todos los colores. Envié un mensaje de texto a mi hermana pero ella me aseguraba que faltarían dos horas para que ella llegara, en mi mente rumiaba las palabras de Sita “No te alejes del sonido” pero no entendí su significado, cada vez me estaba quedando más solo, el terminal se vaciaba y comenzaba a observar sombras de sujetos mirándome fijamente con recelo morboso. Me dieron ganas de llorar pues en ese momento sentía el miedo inherente al ser humano, a la oscuridad, a lo desconocido, a la soledad y al silencio perenne. Y en ese momento lo sentí, detrás de mí se acercaba una niebla pero de un color más oscuro, como de humo despedido por los tubos de escape, pero en medio de esa angustia paranoica escuché un alboroto, una multitud gritaba desesperada a lo lejos, levanté la cabeza pensando “¿Un motín, un saqueo?” Sin embargo, al doblar la esquina de unas tiendas cerradas encontré a un grupo numeroso que gritaba acaloradamente a un televisor incrustado en la pared, emocionados viéndose con preocupación y alegría a la vez. “¡Cayó Chávez!” Fue lo primero que pensé “Hay revueltas en el país, un golpe de Estado, se cayó un avión, sucede algo en las noticias…” Pero cuando me acerqué más a los gritos se me dibujó una sonrisa en la comisura de los labios: Era un CARACAS-MAGALLANES y la gente estaba eufórica por sus equipos al igual que en muchos lugares del país en ese momento, allí estuve hasta que llegó mi hermana con su larga cabellera negra azabache y su mirada penetrante.

Al otro día madrugué igualmente, el camino hacia la universidad se me hacía largo pues esta vez tenía una sensación en el abdomen, no era miedo pues no tenía ningún riesgo que correr, pero estaba sumamente emocionado, pues ese sería el primer día de mi vida. Mi madre lloraba repetidamente a intervalos ya cronometrados y mis hermanos estaban orgullosos, nada más colocarme la toga, el birrete con su borla roja y la bufanda carmín con letras doradas que decían Abogado. Pude observar con nostalgia a los estudiantes que recorrían el pasillo a toda velocidad para no perder la clase, o estudiando en sus guías a última hora, o hablando por celular a ver si el profesor iba a venir hoy. “Yo estuve allí” Me decía “Yo eximí materias, raspé otras, llevé a reparar unas cuantas y unas pocas de arrastre… Me retiré porque mi anemia no me permitía estudiar, abandoné para irme del país y pensé que dejaría inconclusa esa etapa de mi vida, me estafaron, trataron de robarme, trataron de encerrarme pero logré superarme, lo logré”. En ese momento entraba en el Gran Auditorio ya casi afónico por los gritos de euforia, mi decidido “LO JURO” como respuesta formal en nuestra petición de grado, y pendiente de no caerme porque pisaba la toga a cada momento. Cuando dijeron mi nombre claramente el tiempo y el espacio se detuvieron, se unieron y estallaron cual Big-Bang, mi paso era lento pero pasaron tantas cosas por mi mente a la velocidad de la luz, toda la vida, los logros, las decepciones y luego, esta etapa única de la cual me estaba despidiendo ahora, hice mi reverencia ante las autoridades académicas pero luego observé detrás al Arcángel Gabriel, otra vez acompañándome y diciéndome “Este es tu alfa y tu omega, ahora ¡Comienza a vivir!”. Tenía que vivirlo, debía saber lo que se sentía tener un final y un comienzo feliz.


Tu amigo.












P.S. ¡Ahora debo encontrar empleo!

P.S.S. ¡Ah amigo mi celebración por la graduación no se vio afectada por la tormenta que cayó esa tarde! Llegamos a Chacaíto en metro, sorprendidos porque mi madre se mareaba en él como si estuviera en un barco en medio de una marejada, corrimos hacia el bus y en las mercedes todos nos refugiamos en mi toga cual capa mágica y emprendimos una carrera desorganizada hacia cuatro cuadras más abajo, pero llegamos a La Castañuela, empapados y hambrientos, pero felices.