domingo, 26 de junio de 2011

Capitulo 21. Colores de iris y tensiones amorosas.

Mi buen amigo Juan Carlos.

Te pido disculpas por mi desfachatez al tener semanas sin escribirte pero estos días he estado tan ajetreado que ni me he ocupado de mis propios asuntos tratando de resolver los ajenos. Y es que las semanas laborales de mitad de año en la oficina son extremadamente agitadas pero no te aburriré con esos detalles en esta carta. Lo que quisiera comentarte y particularmente tiene relación con asuntos de estrés laboral es esa capacidad de reaccionar que tiene el ser humano cuando ya está al borde de los límites de la paciencia. Cada quien lo aborda de diferentes maneras. Unos gritan hasta explotar los vidrios de la sala de conferencias como le ocurrió hace dos días a Magnolia. Otros se vuelven agresivos como Arthur hace una semana cuando golpeó en la cara a un fotógrafo que lo acosaba. Algunos rompen a llorar desconsoladamente como Elizabeth hace una hora, por una situación un poco más complicada.

Hace unas semanas la Plaza Altamira de Caracas fue invadida por el III Festival de Lectura en el cual diferentes editoriales ponían a la venta al aire libre estilo bazar sus libros más exitosos, había música en vivo, lecturas dramatizadas por actores reconocidos a nivel nacional y más eventos en todo el municipio. Yo estaba encantado por ese tipo de espectáculos culturales que tanto alimentan a esta caótica ciudad, pero esa noche en particular estaba un poco nervioso. Mi prima Elizabeth nos presentaba a su nuevo novio al cual describió como “Un apasionado artista plástico adorador de la madre Gaya”. Conocer al novio o novia de uno de tus mejores amigos siempre es una tarea un tanto incómoda, generalmente está latente la tensión de que obligatoriamente tiene que agradarte, y no sabes si ya se han conocido en otra situación desagradable: En uno de esos empujones agresivos en el Metro, en una sarta de insultos por haberse coleado en la cola del banco, en una acalorada pelea en el comedor de un centro comercial por diferencias políticas, o simplemente conoces que ya tiene pareja. Pero afortunadamente Mario Durán era una persona agradable para todos nosotros, excepto para Dimitri quien lo observaba con recelo con unos ojos que se tornaban de azul a gris luminoso.

Mi amigo Dimitri tiene una particularidad, sus ojos cambian de color de acuerdo al estado de ánimo, son azul celeste cuando está feliz, verdes cuando está cansado o tiene migraña, azul oscuro cuando está concentrado, ámbar cuando está triste y gris cuando está molesto. De hecho yo juraría que he visto a veces unos rayos centelleantes muy pequeños en su iris. El hecho de por qué estaba enojado esa noche lo ignorábamos pero él seguía mirando a Mario y de vez en cuando le hacía preguntas muy personales llegando a incomodarnos a todos. Elizabeth lo enfrentó con una sonrisa en el rostro y educadamente se retiró con su novio.

Al día siguiente cenaba con Arthur y Magnolia en un evento de comida llamado GastroPop que se trataba de la combinación de platos típicos venezolanos mezclados con recetas exóticas internacionales, no pudimos evitar comentar el penoso espectáculo de la tarde anterior.

-Es más que obvio que Dimitri está celoso- Dijo Magnolia hablándonos en susurros con una sonrisa pícara –Elizabeth ha coqueteado con él desde que se conocieron pero Dimitri no le prestaba atención. Ahora aparece ella con otro hombre y él se siente desplazado. No me imaginaba que nuestro amigo fuera tan machista.

-No lo sé – Comenté en un intento de defensa y queriendo cambiar el tema - ¿No les parece que un escenario de tensión amorosa como Ross y Rachel de FRIENDS es demasiado cliché para un caraqueño?

-Yo no estoy hablando de tensión amorosa – Replicó Magnolia – Hablo de machismo, de marcar a la mujer como territorio ¿Por qué crees que le decimos perros a los hombres? Ese sentido de pertenencia que tanto enferma y corrompe el alma.

-No considero machista a Dimitri, está muy lejos de serlo.

-Algunas actitudes de macho sobreprotector se despiertan en los hombres, a veces involuntariamente, generalmente tales comportamientos me excitan pero ya sabes que no involucro sentimientos con los hombres. Es una pérdida de tiempo.

-No sé cuáles fueron sus razones – Interrumpió Arthur – Pero evidentemente el famoso Mario no le agradó a nuestro amigo, y debemos averiguar el por qué.

Después de unos días me reuní con Dimitri en una conferencia sobre el alcance de las redes sociales en las personas de escasos recursos dictada en la Universidad Católica Andrés Bello.

- No me agrada porque es una persona falsa - Me dijo a la salida – Mario Durán es una fachada, lo conocí en la universidad y ahora es mi vecino. Por supuesto, no me recuerda porque le parezco poco interesante. No es adorador de Gaya por convicción, él es católico y sólo lo hace porque está de moda, hace unos años practicaba la Kabala porque Madonna lo hacía. Cree que la música de Britney Spears es mucho mejor que la de Mozart. Piensa que The Beatles es una marca de champú y los únicos libros que ha leído en su vida son “Quién se Comió mi Queso” y “Crepúsculo”. Lo único bueno que tiene son sus músculos y su habilidad para pintar buenos cuadros. No pensé que Elizabeth fuera tan superficial, ella se merece algo mejor, no sé por qué está con él.

Ese fin de semana estaba con Elizabeth en un evento al cual no quería ir. El Festival Avalancha o Fan Fest 2011 es una convención de cómics, personajes de ciencia ficción y actores de doblaje que se celebra cada año en la capital.

-Estoy con Mario porque es el mejor sexo que he tenido en mi vida – Me dijo ella con una sonrisa de victoria que haría a Magnolia levantarse y aplaudir –He estado muy tensa en lo que va de año, tú muy bien sabes cuánto deseo ser periodista de temas políticos pero el noticiero me releva a noticias de farándula ¡Dios! Cómo odio la prensa de corazón y es a lo que me dedico, es una vergüenza.

-Pero qué tiene que ver todo eso con tu artista plástico –La última palabra la dije irónicamente debido a lo que Dimitri me había comentado de él.

-Mario es sólo el catalizador desestresante, no puedo hablar con él, no es muy inteligente que digamos. Pero es una persona muy sensible y no todo en la vida puede estar dirigido a conocimientos técnicos o lenguas muertas de las cuales alardear. Cuando yo veo sus ojos, veo un alma pura y eso me es suficiente por ahora.

No supe qué decir, estamos llenos de prejuicios en todos lugares, por preferencias sexuales o musicales, por tener destrezas mayores a otros, por la cantidad de dinero, la cantidad de propiedades o títulos adquiridos, o porque unos prefieren seguir siendo niños en un mundo de adultos crueles que enseñan a sus hijos a ser más malicioso que su prójimo. Y observaba a mi alrededor en aquella convención a hombres y mujeres mayores disfrazados de superhéroes o personajes de fantasía, incluso a un señor obeso vestido como Sailor Moon.

-Recuérdame por qué estamos aquí – Le dije a Elizabeth al oído.

-Porque se lo prometimos a Dimitri – Me respondió ella tratando de contener la risa.

Cinco minutos después un Pokémon amarillo fluorescente de fieltro y gomaespuma de un metro ochenta y cuatro se nos acercó y nos dijo con voz gruesa.

-Hola muchachos.

Elizabeth me observó con los ojos abiertos de par en par de la misma forma en que me miró al ver el final de sexto sentido.

-¡Dimitri! – Exclamamos al unísono ahogando carcajadas que serían escandalosas.

-Me alegra verlos – Se oyó la voz alegre dentro de semejante disfraz – Pero por qué no vinieron disfrazados.

-Nuestro amor por ti no es tan intenso, amigo mío – Dije con lágrimas en los ojos.

En ese momento se nos acercó con actitud desencajada Mario Durán, quien al encontrar a Elizabeth la rodeó en sus brazos como un grande infante temeroso del lugar donde estaba. De pronto el Pokémon amarillo parecía una estatua: Inmóvil y sin generar sonido alguno.

-Me alegra que estés aquí – Dijo Elizabeth –Ahora puedo darles la noticia. A partir de la semana siguiente estaré conduciendo una sección nueva en el noticiero dedicada a los problemas de las comunidades ¡Al fin podré tener contacto directo con los políticos y hacer periodismo serio!

-Estoy tan orgulloso de ti – Dijo Mario dejando escapar una lágrima sincera–Tú eres espectacular, logras lo que deseas porque trabajas por ello. Es mucho más de lo que la mayoría de las almas de esta ciudad han logrado en su puta vida.

Un tanto impresionado por el leve destello de lenguaje soez en Mario me limité a decir “Felicitaciones” y abrazar a mi prima.

-Pero no entiendo por qué has elegido este lugar tan… colorido – Comentó Mario un poco despectivo –Me resulta muy raro ver a un adulto vestido como una caricatura, no habla muy bien de él.

-¡Entonces por qué no te largas! – Gritó Dimitri indignado dentro de esa armadura amarilla que estaba comenzando a darle calor - ¿Para qué vienes a un lugar que no te agrada o es que eres tan tonto como para confundir una convención con un desfile de diseños para Lady Gaga? ¿Hay algo que te interese aparte de lo que está de moda? ¿Acaso sales con ella porque sale en televisión o porque hace farándula?

En ese momento estuve en medio de una discusión o más bien una serie de insultos de parte de Elizabeth hacia un muñeco gigante amarillo con mi destrozado amigo Dimitri dentro en frente de un público colorido y un avergonzado y silencioso Mario Durán. Esa noche nos tomamos unos tragos en un bar de mala muerte de Chacao, de esos donde los jefes llevan a escondidas a sus secretarias. Dimitri no sonreía, tampoco lloraba, a él le costaba mucho exteriorizar sus sentimientos intensos salvo los de alegría. Era como si toda la luz de aquel maldito traje amarillo que ahora descansaba en la basura se hubiera llevado la energía casi adolescente de mi buen amigo. Y así estuvo dos días hasta que recobró los ánimos gracias a esas frecuentadas reuniones de tertulias a las cuales Elizabeth no asistía por estar muy ocupada (según se excusaba).

Hace una hora Elizabeth me llamó con voz apesadumbrada, estaba afuera de mi edificio en esta noche de truenos.

-Me han despedido – Me dijo y rompió a llorar – Al parecer me he vuelto muy famosa como periodista de celebridades, y trabajar con las comunidades y la política le quitaría seriedad al programa debido a mi fama por la farándula. He sido encasillada, no he podido aceptar mi empleo anterior porque no me interesa un demonio lo que haga con su vida un actor o cantante. Así que me despidieron.

Allí en las escaleras de la entrada de mi edificio nos sentamos, la abracé y lloré junto a ella al mismo tiempo que enviaba un mensaje de texto a mis amigos informándoles la situación.

-Dimitri tenía razón – Continuó Elizabeth más calmada – Mario se tornó nervioso y se fue cuando le conté. No dijo una palabra, sólo salió de la habitación.

-No vale la pena preocuparse por ello – Dije lamentando haber enviado un mensaje también a Mario.

-No debería, se supone que estaba con él por diversión. Alguien como él no puede tomarse tan en serio. Pero sin embargo me duele y no sé por qué, soy tan distinta a Magnolia. Mis sentimientos sí se involucran en cada decisión que tomo.

Estuvimos media hora sentados ante las luces de los faroles y de un cielo negro. De pronto se nos acercó un motorizado, era Mario con expresión afligida. Llevaba horas buscando a Elizabeth y mi mensaje erróneo lo guió hasta nuestra ubicación. Ella lo besó y se fue abrazada a él como tratando de entender la pureza de su alma y la incógnita de su personaje en este mundo. Diez minutos después apareció Dimitri. Le dije lo que había sucedido y la aparición repentina de Mario Durán y mi buen amigo se desvaneció en un llanto agudo, desconsolable y sin esperanzas. De repente cayó una tormenta con gotas de agua tan gruesas como mangos y en todo este tiempo tratando de huir de un cliché en Caracas la lluvia torrencial barría el alma de Dimitri, y la mía al verlo así.

-Yo la amo, Jack – Me dijo mirándome con ojos castaños – La amo tanto que me odio por no haberme dado cuenta antes.

Mi buen amigo Juan Carlos, me es inevitable no ser empático con los sentimientos de mis amigos. Los cuido como tesoros preciosos, tú lo sabes muy bien. Pero cómo hago yo para apaciguar mis ganas de explotar, pues estoy ante los límites de mi paciencia.

Tu amigo.



domingo, 22 de mayo de 2011

Capitulo 20. Mitología Urbana sobre el fin del mundo.

Caracas, Domingo 22 de mayo de 2011.

Mi buen amigo Juan Carlos.

Tal vez esta carta no llegue a tus manos. Quizá el servicio postal no encuentre país o planeta donde enviarla. Te escribo desde un mundo post apocalíptico y para ser el día después de mañana puedo asegurarte que se ve justamente igual que anteayer. Ahora fuera de bromas puedo decir que esta semana ha sido bastante pintoresca, pues las mitologías urbanas estaban a flor de piel.

Y todo comenzó aquel lluvioso lunes en una tediosa rutina en la oficina a lo que nosotros los venezolanos llamamos “La hora del burro” que es la que viene justo después de almorzar (no me preguntes por qué le decimos así). En ese momento llegó un interesante mensaje a mi correo electrónico de parte de uno de los clientes más serios de la compañía, decidí abrirlo con un poco de nerviosismo pues su título lo notificaba como “Extremadamente Urgente” y ya había tenido una mañana difícil como para agregar un nuevo factor estresante. Y efectivamente así fue porque el correo electrónico se refería a “Jesucristo viene por nosotros, es hora de la salvación, envía este correo a 30 personas o sufrirás una muerte trágica en los próximos 20 minutos”, luego de mi respectiva carcajada al momento en el que elimino esa clase de mensajes Spam le comenté a mi jefe el jocoso episodio al cual para mi sorpresa me miró con seriedad y dijo.

-¿Pero cómo pudiste borrarlo así? Yo siempre los reenvío, uno nunca sabe.

Semejante frase viniendo de una persona que admiro me dejó perplejo y me pregunté ¿Con la tecnología y las tendencias vanguardistas al alcance de la mano seguimos siendo personas supersticiosas? Y en ese momento comencé a percibir una ola de rumores que se desplazaba por el edificio como una energía maligna, la cual hablaba acerca del magistral aguacero que inundaba la ciudad cuando horas atrás hacía un calor sofocante y el sol brillaba con intensidad. Y no sólo sucedía en la oficina, en la calle escuchaba comentarios dispersos del mismo tema: “El calentamiento global, el mundo se va a acabar” “Este sábado será el juicio final” “Las profecías son ciertas, ya nos llegó la hora” etc.

-Ahora resulta que el fin del mundo tiene hora y fecha – Dije horas más tarde a mis amigos mientras comíamos en Hamburguesas Gourmet del Centro San Ignacio.

-¿Y ahora para cuándo es? – Preguntó Dimitri con expresión aburrida.

-Pues será este sábado a las seis de la tarde, según las profecías de un conocido pastor cristiano. Hay mucha gente nerviosa por el asunto y sinceramente no puedo comprenderlo. Supongo que al ser humano le gusta tener conocimiento de éste tipo de eventos místicos.

-No lo sé, Jack – Dijo Magnolia observando con culpa la inmensa hamburguesa que había rellenado ella misma como si acabara de cometer un pecado mortal de salsas y mostazas – Yo estuve averiguando al respecto y descubrí tiene mucha influencia esa predicción religiosa. Aunque la Wikipedia dice que el mundo acabará en octubre, no en marzo. Y si Wikipedia dice que el mundo acabará en octubre entonces yo no soy quien para refutarlo.

-Pues para mí el mundo terminó el 31 de diciembre de 1999 y no por el Y2K ni la llegada del milenio sino porque después de ese día nació la era del reggaetón y la humanidad se fue por la cañería – Dijo Elizabeth que estaba enredada tratando de armar su hamburguesa.

-Eso no es todo – Dije – Sólo los cristianos de buena fe lograrán salvarse, según palabras de éste predicador. No judíos, no budistas, ni siquiera ateos que han tenido una vida honesta. No sabía que Dios fuera tan discriminador o absolutista. Y si es así entonces yo no me quiero montar en el tren hacia ese cielo.

-Créeme que si el sábado veo rayos, centellas, un vórtice en medio del cielo o seres alados ese día abrazaré la creencia cristiana – Reflexionó Dimitri quien hacía malabares para comer y twittear al mismo tiempo lo que acababa de decir.

Durante la semana tuve la necesidad de entrevistar a varias personas pues quería saber qué tan a pecho se estaban tomando el evento cataclismico y me sorprendió que la respuesta más común fuera un “No sé si se acabe el mundo pero por si acaso me voy a emborrachar el viernes”. Ese factor “Uno nunca sabe” o “De que vuelan, vuelan” es muy característico del venezolano que aún en grandes ciudades como ésta todavía cree en La Llorona o adopta supersticiones de otras culturas como el temor a gatos negros, no cruzar debajo de una escalera o decorar su casa en base al Feng Shui. Incluso he observado a mi jefe leyendo su horóscopo en el periódico al tomar su café matutino. Sólo una persona podía explicarme tal comportamiento, el viernes asistí al tras bastidores de un evento de modelaje en La Castellana en el cual estaría Arthur.

-Dime, amigo ¿Por qué somos tan supersticiosos? – Pregunté. Arthur me observó desde el espejo como si se preguntara lo mismo y dijo.

-Porque somos animales de costumbres, porque las casualidades gobiernan nuestras vidas y porque es divertido. Todos lo hacemos, incluso yo ¿Acaso tú no te has preguntado qué vas a hacer esta noche si en verdad mañana será el día del juicio final?

A veces me sorprendo de la capacidad de Arthur en leer mi mente, pues ya había planificado una noche de tragos en la terraza del Caracas 360º a la cual fuimos luego del evento y la rueda de prensa en la que pudimos observar cómo Arthur se sonrojaba de ira cuando una de las periodistas de una de las tantas revistas de farándula le entregaba una banda que decía en escarcha dorada “El Hombre más bello de Venezuela”.

-Un modelo que odia su belleza – Me susurró Elizabeth a modo de burla – Ahora sí sé que el mundo de va a acabar.

-¿Qué opinas acerca del apocalipsis, Magnolia? – Pregunté un poco ebrio, pues ya había tomado unos cuantos vodkas. Ella me miró con su característica mirada sensual y dijo.

-Cariño, estoy mortificada pues yo tenía agendada mi orgía multitudinaria en la Plaza Altamira para diciembre de 2012 así que voy a tener que improvisar esta noche. Ya sabes cómo me encanta el dicho “A follar que el mundo se va a acabar” y no hay momento mejor indicado para utilizarla que ahora.

Elizabeth nos escuchaba y observaba a Dimitri que estaba entregado en un baile frenético y descompasado a la música electrónica, en la virtud del borracho que se goza sus movimientos como si fuera bailarín profesional. Ella caminó hacia él tomó su cabeza y lo besó, y los labios de ambos estuvieron chispeantes y juntos toda la noche como los amantes que se reencuentran luego de pasados los años. Y cada uno de nosotros olvidó el hecho de que si causado por algún desastre tecnológico, un cataclismo, huracán, terremoto o rayos divinos emanados de una divinidad evangelista ésa sería nuestra última noche. Pero sentimos que no importaba si hubiera o no un después.

Era sábado en la mañana y me despertaron unos pájaros que revoloteaban en la ventana de mi habitación. Si bien no se había acabado el mundo yo sentía que la hecatombe había arrasado con mi cabeza pues la resaca era tan intensa como veinte bombas atómicas enredadas en el cabello. Recibí llamadas de Elizabeth molesta porque Dimitri no se acordaba de nada de lo que hizo la noche anterior. De Magnolia satisfecha por su noche salvaje y sexual. Y de Arthur preguntándome cual es el nombre de las pastillas para el dolor de cabeza que utilizo para contrarrestar mi migraña. Y mientras tomaba mi café observé desde mi ventana el magistral Cerro El Ávila, sin nubes ni incendios, de un verde intenso. Y no pude estar más contento de que todavía existiera mundo por el que quejarse o del cual enamorarse. ¿Y tu no?

Tu amigo.

domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 19. De los Temores al Hablar de Sexo.

Mi buen amigo Juan Carlos:

El viernes pasado Dimitri conoció a una mujer hermosa en uno de los tantos chats de internet a los que está suscrito. Hablaron por horas hasta el amanecer y durante los siguientes días aprendieron detalles de la personalidad del otro, compartieron fotografías, video llamadas, música e intereses por lo “Geek”. Luego de una semana decidieron ir al cine a ver una película de superhéroes. Ella era hermosa e inteligente sin lugar a dudas.

-Reservé una entrada más – Dijo ella con una tierna mirada de vergüenza – Espero que no te moleste.

Dimitri entonces pensó que estaría teniendo una cita con una madre soltera o incluso con alguien mucho menor que él quien tendría que salir con chaperón. Casi al instante apareció un hombre musculoso de tez morena y sonrisa luminosa, saludando a Melanie (así se llamaba ella) con un beso en la boca.

-Él es mi novio – Dijo ella abrazando al hombre – Su nombre es Richard. Cariño, conoce a Dimitri.

-Es un verdadero placer conocerte, Dimitri – Dijo Richard dando un nervioso apretón de manos – Temía que se tratara de un hombre obeso, con cicatrices o con aspecto de delincuente. Pero Melanie me ha hablado de ti, me dijo que eras un hombre gentil.

Dimitri no sabía qué decir, cómo reaccionar o incluso en cual posición debía colocar sus manos. Si en el bolsillo o cruzarlas. Lo único que estaba seguro es que sus ojos buscaban desesperadamente la ubicación de la salida de emergencias en aquel lugar.

-Buscaban a un tercero – Me dijo al día siguiente – Querían una especie de Menage a Trois.

Bebía su café con molestia reprimida. Como si le avergonzara haber estado en tal situación. Después de hacer un esfuerzo sobrehumano por no reírme o burlarme le pregunté.

-¿Pero… era eso lo que buscabas?

-¡Por supuesto que no! – Escupió las palabras – Bastardos, mantuvieron todo en secreto. Seguramente se estaban burlando de mí. Yo pensé que había conocido a una mujer encantadora, alguien con quien por fin compartir mis solitarias noches y quizá de una vez echar raíces. Ya es momento en el que me debo sentar a pensar al respecto, ahora más que nunca.

-Ahora casi todo el mundo se conoce por internet – Reflexioné – Parece que las citas a ciegas están a la orden del día. Es normal salir decepcionado de semejantes modalidades. Pero no logro recordar cómo iniciabas un romance antes, cuando no había internet.

-Te pido por favor que no le comentes a los demás, me moriría de vergüenza – Me dijo a la vez que anotaba algunas cosas en su teléfono móvil.

- ¿Por qué habrías de apenarte? Estamos en la gran ciudad y en un nuevo siglo, los prejuicios sexuales son cosa del pasado. Y lo más importante, no me has dicho si lo hiciste o no.


Días después estuve pensando sobre la situación de Dimitri y mucho más acerca de su rubor por comentarme de asuntos sexuales. Es comprensible que uno no puede estar comentando sus experiencias íntimas a cualquier extraño que se cruce en la calle pero ¿Por qué no a su mejor amigo? ¿Es que no era sólo él? ¿Acaso todavía existen temores a expresar libremente la sexualidad humana? Si bien es cierto que el sexo ya no es un tema Tabú en la sociedad actual ciertos comportamientos en las relaciones sexuales aún lo son. Todavía es mal visto hablar sobre tríos, orgías, accesorios sexuales o sado masoquismo, entre otros ¿Tú qué piensas, mi buen amigo?

Al día siguiente decidí investigar más a fondo el asunto. Estaba en la tienda Kama-Sutra de Altamira que irónicamente queda frente a una funeraria. Estaba con Magnolia quien escogía unos juguetes sexuales que estrenaría esa noche con un chico con quien llevaba semanas saliendo.

-¿Has tenido algún trío? – Le pregunté así como quien pregunta cómo está el clima.

-¡Por supuesto, cariño! – Dijo ella animadamente – Esta mañana tuve uno con dos amigos.

- ¿Y qué tal te fue? – Pregunté ahogando una carcajada.

-Amor, yo era la única mujer – Y me guiñó un ojo.

No pude evitar notar las miradas despectivas ante nuestra conversación del hombre que pagaba en la caja registradora un látigo de cuero junto a dos paquetes de condones extra grandes. O la mujer de avanzada edad quien tenía la caja de un vibrador en una mano y unos sostenes comestibles en la otra.

-Como si no fuera suficiente discriminarnos por nuestra ideología política en este país ahora no podemos hablar de sexo ni en un lugar que es una alegoría de ello – Musité.

-No te preocupes – Dijo Magnolia con una sonrisa en sus labios carnosos – La sociedad no te limita sino tú mismo. Las malas miradas no hacen daño sino cuando quieres que lo hagan.

Un poco más tarde estaba cenando junto a Magnolia, Dimitri y Arthur muy cómodamente en la Cuadra Gastronómica de Caracas, había salido el tema de la decepción online a colación pero respeté la identidad anónima de mi amigo así que me atribuí el protagonismo de la situación así como mi inquietud por los prejuicios al respecto.

-Creo que estás confundiendo muchos asuntos, Jack – Dijo Arthur, cuya opinión me interesaba pues él es filósofo – Magnolia tiene razón, la sociedad en sí no te limita, no es un ente tiránico inquisidor. El individuo es víctima de sus propios temores o sus libertades. Somos seres dinámicos, no todo el tiempo estaremos en una línea de pensamiento.

-¿A qué te refieres? – Preguntó Dimitri.

-Es un juego de roles – Continuó Arthur incómodo porque había notado que las mesoneras del lugar estaban babeándose por él – Unas veces tú eres el discriminado y otras veces el discriminador.

- En todo caso no creo que el sexo sea ya un tabú, incluso las preferencias sexuales lo están dejando de ser – Dijo Magnolia levantando su copa de vino tinto – Yo le echo la culpa muy agradecida a HBO y brindo por eso.

Luego de otras conversaciones triviales y cambios repentinos de tema pude notar el semblante melancólico de Dimitri que ni siquiera posaba sus ojos celestes a su teléfono celular como era su costumbre sino que observaba al vacío, perdido en sus pensamientos. Y entonces recordé lo que había dicho días atrás. “Alguien con quien por fin compartir mis solitarias noches y quizá de una vez echar raíces. Ya es momento en el que me debo sentar a pensar al respecto, ahora más que nunca.” ¿Por qué habría de decir eso?

En ese momento entró Elizabeth con la actitud de la más hiperactiva animadora de televisión en el país y un pastel de chocolate en sus manos, nos sonrió y comenzó a cantarle a Dimitri el cumpleaños feliz. Todos intercambiamos miradas de sorpresa ¿Cómo se nos pudo haber olvidado? Lanzamos unas cuantas carcajadas y comenzamos a cantar. Dimitri me comentó después que él se había dado cuenta de nuestra desfachatez pero en ese momento nos amó más que antes, porque los verdaderos amigos están con uno sin sentirse obligados por fechas importantes. Pero yo había notado algo más importante. Desde ese momento Dimitri comenzó a mirar con otros ojos a Elizabeth aunque ni él mismo se ha dado cuenta.

Tu amigo.


domingo, 1 de mayo de 2011

Cap. 18. La visita de Katterina (Parte II)

Mi buen amigo Juan Carlos.

Hace un momento recordé mucho cuando nos conocimos en el borde de aquel precipicio, en la lejana Nottingham, recordé cuando nos despedimos y yo regresaba a la redención, también cuando volviste a Venezuela y la infinita alegría que nos causaste a todos, así como la profunda tristeza que sentí cuando te fuiste nuevamente del país en este bendito aeropuerto que me deprime, a pesar de los esfuerzos del arte de Cruz Diez por elevar mi espíritu. Me encuentro en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, acabo de despedirme de mi hermana y yo estaré rumbo a la gran y caótica Caracas que tanto amo. No ha sido fácil revivir emociones enterradas en el pasado y quedar por un momento vulnerable por la falta de ese escudo que he elaborado por años celosamente.

En la carta anterior te había comentado que Katterina había encontrado a su padre, el infame Gregorio el Gordo y que ésta semana nos enrumbaríamos en la aventura del encuentro con ese ser despreciable que he temido y odiado por mucho tiempo. Mi hermana estaba emocionada pero podía notar que escondía mucho temor. Por años se preguntó si acaso era su culpa que su padre nos abandonara, ella nunca supo que fue nuestra madre quien huyó hacia la ciudad de los ríos turbulentos para huir de aquel psicópata.

Esta vez no estaba preocupado por faltar al trabajo porque casualmente la Semana Santa estaba precedida de otra celebración de la independencia nacional, por lo que tuve toda la semana libre de labores.

-Bendito sea éste país de fiesteros “religiosos” y trabajadores oportunistas – dijo en una ocasión mi prima Elizabeth a orillas del Mar Caribe.

Yo tenía planes de disfrutar la soledad preciosa de Caracas cuando el gran porcentaje de sus ciudadanos están embarcándose a convencionales aventuras que me parecen poco divertidas

-Es que pasar horas atascado en el tráfico para estar hacinado en una playa venezolana junto a otro temporadista quien está orinando en la pequeña parcela de agua en la que te zambulles no es lo mío – Le dije a mis amigos por teléfono con el pijama aún puesto a la una de la tarde.

Pero había olvidado que como una presencia sobrenatural y a la vez una falla atmosférica, mi hermana estaba de visita en la ciudad, así que lo que comenzó en una inocente salida nocturna a tomarnos unas cervezas en Los Chinos de Los Palos Grandes terminó en un amanecer en el yate de la nueva víctima de Katterina: un tal Carlos, hijo de uno de los magnates de la ciudad.

-Debo reconocer que me quito el sombrero ante ti, Katterina – Dijo Magnolia ataviada de un sensual traje de baño rojo el cual hipnotizaba a los presentes – Ni siquiera yo tengo tanto poder sobre los hombres. No sé cómo lo logras.

-Pues tú eres feminista, Magnolia o si no lo eres quieres mantener el control de la situación – Dijo mi hermana – Pero a pesar de que la liberación femenina está muy avanzada y las mujeres tenemos mucho poder ahora, los hombres no pueden resistirse ante una damisela en apuros. A veces conviene ser una chica inocente, es una de las ventajas de nuestra naturaleza femenina.

Dos días después emprenderíamos nuestro viaje hacia Coro, donde se encontraba Gregorio el Gordo. Nos despedimos de Magnolia quien nos prestó su Mini Cooper pues ella no podía acompañarnos, tampoco Dimitri que tenía compromisos familiares lo cual entristeció a Elizabeth.

-Siento mucho no poder ir con ustedes, muchachos pero voy a pasar un fin de semana con Gabriel, ya tengo planeada nuestra noche con una botella de vino, velas, música suave y películas francesas. Será romántico y dulce. – Dijo Magnolia con una sonrisa inocente y a la vez metía un látigo y un disfraz de cuero en su bolso.

El camino estuvo ameno. Arthur estaba al volante, mi hermana y Elizabeth realizaban juegos de palabras, contaban adivinanzas, echaban chistes malos o cantaban a toda voz canciones de las Spice Girls o cualquier cantante penoso de los noventas. Y yo estaba frío como una piedra ¿Cómo fue que llegué a parar a esa situación? ¿En qué mente sensata cabía la posibilidad de reencontrarse con alguien que tanto daño había hecho? Y lo que más me preocupaba era ¿Cuál sería mi reacción al ver a aquel monstruo? ¿Cuál sería su reacción? ¿Acaso nuestras vidas peligraban?

Llegamos a Falcón, a su hermosura, sus edificios y calles antiguos como si todavía estuviera presente el espíritu colonial en cada recoveco. Y su tráfico extraño, pues ya hay una razón para que Arthur diga groserías cuando maneja aparte de los motorizados de Caracas: Los conductores de Coro. Estábamos en el lugar que Katterina nos había dicho, un edificio inmenso que se caía en pedazos tan hermoso y a la vez tan descuidado como un cuadro barroco abandonado a merced de los elementos. Ella sonreía y respiraba profundo.

-Al fin voy a conocerlo – Dijo con ojos aguados – Voy a conocer a mi padre.

Nos atendió una señora arrugada como una pasa quien nos ofreció café y dulce de lechosa. El interior del edificio era lúgubre pero hermosamente decorado con detalles de la época colonial.

-Lo siento mucho mi niña – Dijo la señora observando a mi hermana con ternura - La persona que buscas ya no vive aquí. Lo siento mucho pues él no vivirá mucho ¡Pero por Dios, si tienes sus mismos ojos!

Nos dirigimos al Hospital Universitario de Coro según indicaciones de aquella amable dama que me recordaba mucho a mi abuela. Estábamos frente a la habitación donde él se encontraba pero Katterina dudaba.

-Siempre tuve miedo de él pero nunca le conocí. A veces fantaseaba que él regresaba, nos abrazaba y mi madre dejaría de llorar. Cuando tú te fuiste, Jack, mis deseos de verlo eran mucho más intensos. Cuando huiste yo me quedé sin una figura masculina, era lo que faltaba en mi vida a pesar de que ese sentimiento sea tan criticado por las filosofías feministas que abundan. Ahora estoy rodeada de hombres… Y me siento sola.

-Yo también me siento solo, Katterina, desde el momento en que lo conocí me sentí así – Dije, ella no despegaba su mirada de aquella puerta.

-¿Y qué será de nosotros?

-Destruiremos a ese demonio llamado soledad ahora, abre la puerta.

En la única camilla al fondo de la habitación se encontraba una figura raquítica, mirando al techo agrietado. Al otro lado, junto a la puerta se encontraba una mujer vestida negro con el cabello ébano que miraba fijamente al moribundo. Ya Gregorio no era El Gordo, sino una pobre criatura delgada y anciana envenenada por sus actos cometidos en una vida de falta de escrúpulos. Él nos observó y dijo con voz quebrantada “Yo sé quiénes son ustedes”

-Jack, déjame sola con él – Dijo mi hermana sin despegar sus ojos de aquella camilla, yo lo miré por última vez antes de cerrar la puerta, él me observó y dejó escapar una lágrima y con esa mirada me suplicó perdón. Yo le sonreí haciéndole saber que lo perdonaba y que me perdonaba a mi mismo de tantos prejuicios y culpas.

Esa tarde Arthur insistió en visitar los Médanos de Coro, en parte para despejarnos nuestras mentes de los momentos tensos y también porque no los conocía. Era un paisaje mágico, como si un pedacito del desierto del Sahara estuviera a nuestros pies, la arena eterna y el viento que la engalana dibujando aquellas dunas lisas, incorruptas. Katterina y yo nos abrazamos y mirábamos el atardecer.

-Él me dijo todo, Jack – Susurró ella dejando escapar sus lágrimas en su hermoso rostro – Me confesó todo, yo ni siquiera iba a nacer. Te soy honesta, hubo momentos en mi vida en los que odié a mi madre y te odié a ti con todas mis ganas… Ahora lo entiendo todo.

Y lloramos, profundamente. No de tristeza, ni felicidad. Era un llanto liberador pues estábamos dejando escapar hacia el vacío esos pesares que ya no volverían. Entonces Elizabeth se acercó, posó su mano sobre mi hombro y dijo:

-Vamos a tomarnos unos tragos, eso es lo mejor que debemos hacer. Además Katterina estarás deseosa de conocer la movida fiestera de Coro.

- Ya la conozco ¡Es Horrible! – Dijo ella con una carcajada secándose las lágrimas.

Y mientras mirábamos los Médanos antes de entrar al Mini Cooper y ensuciarlo de infinitas cantidades de arena que salían de lugares insospechados de nuestro cuerpo miré a mi hermana y nos sentimos enormemente felices.

-Es impresionante – Dijo Arthur observando solemne el horizonte – Este país lo tiene todo.

-Excepto políticos honestos - Agregó Elizabeth.

Amigo mío ¡Que tonto soy! Pues estoy llorando a medida que escribo esta carta, por lo que te pido disculpas por el estado en que te llegará. Pero ya siento que extraño a Katterina. Antes de embarcar me dio un beso ruidoso en la mejilla y me dijo.

-Tienes suerte. Con amigos como los que tienes nadie puede sentirse solo. Yo también echo de menos a mis amigos y volveré a las luces de neón, a las fiestas, a los hombres y a mis vestidos de diseñador ¡Te amo Herma!

Katterina prometió visitarte pronto, sé que ya estás meneando la cabeza en este momento como yo lo hice la semana pasada pero te aseguro que pasarás los mejores momentos de tu vida a su lado, siempre y cuando sea por un momentito. Y cuando la veas, dile que la amo.

Tu amigo.

domingo, 24 de abril de 2011

Cap. 17. La visita de Katterina (parte I)

Mi buen amigo Juan Carlos,


He recibido con gran agrado tu carta en la cual hablas con mucho acierto sobre los desvaríos entre el amor y la felicidad en el mundo moderno. Y no hay palabras más sobrevaloradas que ambas.

De hecho yo soy muy budista o nihilista al respecto. Para mí la felicidad se traduce en los momentos de paz interior no deseados adrede o los momentos en que comparto con mis mejores amigos. Esta semana estábamos analizando el asunto en un rápido almuerzo en MAKI Sushi & Thai de Los Palos Grandes en el que al fin pudimos coincidir todos a la vez.


-Pues tal vez la felicidad no existe – analizó Magnolia – Yo pienso que sólo hay momentos buenos y malos…

-Pero esos momentos se llaman felicidad – Interrumpió Elizabeth llevándose la mano a la frente como si acabara de escuchar la estupidez más grande.

-Yo no sé cuál es el empeño del ser humano moderno de elevar esa palabra a un imposible- Señaló Arthur, un poco incómodo porque acaparaba las miradas indiscretas de todos en el lugar – ¡Felicidad es felicidad y punto! Ahora mismo soy feliz por estar con ustedes y a la vez soy infeliz por ciertos asuntos privados.

-Creo que Jack se refiere a la felicidad plena la cual es casi una utopía – Dijo Dimitri y a Elizabeth se le volvieron los ojos estrellas al escuchar su voz profunda.

-¡Nada que sea etéreo está lleno de plenitud! – Respondió Arthur un poco irritado – Ni siquiera la muerte. Pues una vez que falleces sigues vivo, en cierto modo, en la memoria de los demás.


Tal conversación banal en medio de una buena comida exquisitamente preparada me hizo preguntarme por qué anhelamos esa tan cliché búsqueda de la felicidad si cada vez le encontramos una definición más irreal.

Ese día un poco más tarde volvimos a encontrarnos para tomarnos unos excelentes mocaccinos y guayoyos en Aroma Café. Todos escuchábamos con expresión aburrida a Magnolia contándonos una de sus aventuras sexuales (Esta vez con el vicepresidente de una empresa constructora en la azotea de uno de los edificios más emblemáticos de Caracas) y de repente frente a nuestra mesa estaba ella, con el cuerpo más sensual y exuberante de toda Venezuela, vistiendo Roberto Cavalli de pies a cabeza. Levantó sus manos al cielo y lanzó un grito tal cual fanática adolescente de cualquier grupo musical del momento.


-¿Katterina? – Preguntamos al unísono. Elizabeth y yo nos miramos fugazmente con una expresión parecida a si hubiéramos recibido nuestra sentencia de presidio por 30 años, ya que sabíamos lo que nos esperaba los siguientes días.

Seguramente, amigo mío, recordarás a mi hermana Katterina. Aquella dulce niña hiperactiva no es ni la sombra de lo que solía ser. Ahora es una despampanante pelirroja, adicta al glamour, las fiestas y los hombres. Ella observaba a Arthur del mismo modo en el que yo veo un corte de carne T-Bone servido en Lee Hamilton y me dijo.

-Esta vez vine de sorpresa porque sabía que inventarías una excusa de trabajo para no verme. Y estoy ansiosa por delirar con la vida nocturna caraqueña que tanto he extrañado.


Era jueves en la noche, éramos nómadas en los infinitos clubes nocturnos de Las Mercedes y ya a las doce quería irme a mi casa a dormir. Pero la energía de Katterina era insaciable, yo la observaba fumarse un Marlboro mentolado mientras se rendía ante la música electrónica que recorría su cuerpo como electricidad estática atrayendo sobrenaturalmente cual sirena Lorelei a la fauna masculina de la Caracas de neón, reggaetón, house y uno que otro merengue de los ochentas. A veces la envidiaba, parecía que obtenía todo lo que deseaba con tanta facilidad, cosa muy alejada de la realidad. Pues tú, Juan, conoces nuestro pasado y lo que sucedió después con mi hermana luego que nos separamos es aún un misterio para mí. Pero increíblemente puedo observar un registro de dolor, supervivencia y sabiduría en las pupilas de Katterina aunque ni ella misma lo sepa y menos lo aparente.


Visitamos casi todos los clubes esa noche, desde los VIP hasta los más underground, los bares machistas y las discos gay. Katterina no dejaba de exigir cual niña malcriada y yo no podía recurrir al consuelo de Elizabeth quien ya después del séptimo trago balbuceaba entre carcajadas cuál era el color de los ojos de Dimitri “Plateados con incrustaciones en zafiro”. Pobre de ella quien vive un amor idílico por alguien quien no está interesado en ella o en nadie en particular pues Dimitri solo piensa en su carrera y sus teléfonos con más inteligencia que la de un chico de dos años.

-Voy a besarlo Jack - Me dijo solemne luego de tomarse un trago de vodka como si fuera sólo jugo de naranja.

-Si no lo haces tú lo haré yo – Dijo Katterina a lo que Elizabeth respondió con una de esas miradas que expresan más de millones de palabras.

Incluso Magnolia se sentía amenazada por mi hermana. Ella tiene tanta facilidad para conquistar hombres, y para desecharlos a los veinte minutos que era el tiempo genérico que le tomaba aburrirse de ellos.


Eran las tres de la mañana y yo ya estaba practicando la excusa que diría en mi oficina más tarde, de la misma forma en la que practico los ensayos de teatro. Katterina me haló del brazo y me gritó con su musical voz “¡Herma vamos a bailar!” y mientras nuestros cuerpos se movían vertiginosamente entre numerosa gente pensé otra vez en eso que llamamos felicidad, tanta gente dejándose ir por el sonido de la música, relajando su cuerpo, riéndose a carcajadas, besando, saltando. Pero no pueden dejarse llevar por los deseos de ser felices, de amar. Pensé en Katterina, en lo jovial que era. Ella no mentía, no se ocultaba en máscaras de falsa virtud o de doble moral y era feliz porque era libre.

-Al fin lo encontré Jack – Me dijo al oído cuando la multitud gritaba porque había comenzado la hora loca – Encontré a mi padre y vine a pedirte que me acompañaras. No puedo hacerlo sola.

Las piernas me temblaron y quedé estático como una de esas estatuas en mal estado que tanto hay en la ciudad. Tú sabes quién es el padre de Katterina. Tú sabes la historia de Gregorio el Gordo, uno de los traumas de mi infancia que aún me persigue en sueños. Así culminó la noche, seguida de infinitos cafés y pastillas para el dolor de cabeza.

Katterina sigue en Caracas esperando al fin de semana en el cual enfrentaremos a nuestro pasado. Pues una de las recetas para la felicidad es estar en paz con los demonios del ayer y despojarlos para siempre.

Luego te contaré los detalles del viaje.

Tu amigo.


domingo, 10 de abril de 2011

Capitulo 16. El Vagón del Metro.

Mi buen amigo Juan Carlos.

Recuerdo perfectamente cuando charlábamos en el lindero de aquellos bosques encantados, infestados de hadas y sátiros. Tú mirabas hacia la ciudad humeante y decías “Lo que más me maravilla de la tecnología es la capacidad que tiene el ser humano de sentirla como algo tan normal, como emanado de la propia naturaleza”. Y en esas memorias de tiempos anteriores me pregunto qué tanto han evolucionado las tecnologías de la telecomunicación cuando pareciera que nosotros involucionamos socialmente a la par de ellas.

El sábado anterior estaba con Arthur y Magnolia en La Terraza VIP, excelente club nocturno de la caótica zona fiestera en Las Mercedes. Entre unos cuantos vodkas me encontré bailando con una rubia despampanante que no dejaba de reír como si estuviera alabando a una deidad que la llenaba de orgasmos con cada movimiento de caderas al son de la música electrónica. Luego de unos cuantos minutos de conversaciones triviales, bebidas y chistes malos acerca de cualquier celebridad que se equivoque con un comentario en Twitter. Ella acercó sus labios carnosos mojados de Gin and Tonic y me preguntó con tono sexual “¿Tienes Pin?”. Al responderle que no uso Blackberry sino un Omnia me dirigió una mirada despectiva como si le acabara de decir que vivía en el barrio más recóndito de Petare o el Guarataro. Ella se dio media vuelta con una sonrisa cortés y jamás volví a verla.

Días después le comenté el episodio a mi amigo Dimitri, fanático de la tecnología electrónica, los videojuegos y la ciencia ficción, mientras estábamos junto a Magnolia y mi prima Elizabeth en un vagón del metro con destino a la estación La California. Habíamos pedido la tarde libre en nuestras respectivas oficinas pues Elizabeth debía realizarse una cirugía ocular, la cual ya había culminado exitosamente dejándola drogada y desorientada por los sedantes.

-El problema no es la tecnología de las telecomunicaciones, Jack- Me dijo Dimitri sin dirigirme la mirada pues estaba posada en su teléfono móvil como era su costumbre- Sucede que este es un país de modas y la telefonía móvil no escapa de ello. Ya sabes que Moda y Discriminación son palabras que tienen cierta relación casi matrimonial.

-¿Verdad que todo lo que dice mi catire es bello?- Dijo Elizabeth refiriéndose a Dimitri, aún afectada por los sedantes. Ella tenía un enamoramiento platónico hacia él, lamentablemente no correspondido.

-Yo creo que la gente siempre ha sido bruta – Dijo Magnolia, mirándose en el reflejo de la ventana del vagón- Sólo que ahora con el tema de la inclusión social y gracias a la tecnología, ellos tienen voz.

-Recuerda que generalizar es un pecado capital – Repliqué.

-Pues yo sí creo que tienes razón, Jack – Balbuceó Elizabeth con una sonrisa de oreja a oreja – Y me incluyo entre ese género, tal vez sea un mal del periodista. Pero a veces me enredo en mi propio teléfono al recibir un mensaje pues no sé si ha llegado por SMS, MSN, Watsapp, Gtalk, Skype Mobile o alguno de los dos servidores de Twitter que tengo instalados en mi Android.

-Tal vez las tecnologías de tercera generación nos están dejando a nosotros de tercera edad – Reflexioné – Tal vez cada día seamos más apáticos hacia nuestro prójimo y más dependientes de este aparato que ya no sólo sirve para llamar y recibir llamadas, sino para organizar nuestro día completo, recibir correo, escuchar música, ver películas, ver la hora, ver la temperatura, recomendar qué camino tomar y recordarme dónde diablos estoy.

De repente el tren se detuvo con tal fuerza que todos caímos al suelo. Hubo una falla eléctrica al parecer. Era miércoles, a las tres de la tarde y sonaron las alarmas de los vagones. Una mujer se levantó de su asiento acariciando violentamente su cabello y diciendo “Soy claustrofóbica”. Los ánimos estaban acelerándose hasta que nacieron las primeras discusiones políticas las cuales fueron expandiéndose y aumentando de volumen hasta convertirse en una letanía de voces rabiosas que enrarecían el poco oxigeno que quedaba en el vagón. A mi lado estaba un hombre de unos treinta años el cual se desvaneció y susurraba “Soy asmático”. Y mientras la multitud gritaba para que abrieran las puertas pues nos quedábamos sin oxigeno miré a Dimitri cuyos ojos por fin estaban observándome y diciendo “Es un apagón a nivel nacional, me acaba de llegar un mensaje de texto”. Entonces la multitud encerrada en ese pedazo de latón entró en pánico, golpearon las puertas entre juramentos, groserías y lágrimas. Y se iba desvaneciendo mi esperanza por una sociedad menos individualista como la que estaba ante mis ojos.

Elizabeth reprimió una carcajada luego de decir incoherencias como “El cepillo se cayó porque es redondo y no cuadrado”. Pero al observar la multitud agitada se le despertaron sus vocaciones de líder y de comunicadora social. Se levantó del asiento con una postura y actitud que haría a Miss Distrito Capital morir de envidia y llamó a la calma con voz autoritaria pero risueña.

-Este hombre está muriendo de asma y esta mujer tiene una fobia ¿Van a empeorar las cosas con sus gritos o van a ayudarlos?

Entonces ante la mirada atónita de Dimitri, Magnolia y la mía la multitud comenzó a calmarse. Entre chistes hacia la incompetencia política, palabras de aliento hacia los afectados e incluso oraciones en diferentes versiones de diversas religiones el vagón regresó a la calma y mis esperanzas por la humanidad volvieron a nacer. Hasta que abrieron las puertas y comenzaron a empujarse y gritarse. Entonces suspiré, miré a mis amigos y lancé una carcajada. Pues la sociedad es imperfecta y las tecnologías no son más que un placebo para hacerla más agradable. Incluso cuando no hay energía para que funcionen.

Tu amigo.

domingo, 3 de abril de 2011

Cap.15: Los prejuicios y las vanidades.

Mi Buen amigo Juan Carlos:

Estoy seguro que debes recordar a Enrique H. cuando sólo era un comunicador social recién graduado y sin expectativas. Hoy en día es un aclamado Director de cortometrajes y fotógrafo profesional. Exitoso con las mujeres como si de su cuerpo despidiera feromonas diseñadas por Armani. Todavía, a pesar de su opulencia, es un buen amigo pero esta semana me hizo una propuesta que no quería escuchar jamás de él.

-Jack, necesito que seas mi modelo principal para la sesión de fotos que tendré este sábado. En verdad requiero alguien delgado así como tú – Me dijo mientras me tomaba un delicioso café en Havanna’s, el cual casi escupí. – No te preocupes, no estarás solo. Tu mejor amigo Arthur estará ahí también, ya sabes lo cotizado que es él, tuve suerte de conseguirlo para mi sesión - Entonces se retiró con una sonrisa de victoria mientras atropellaba mis palabras en un mar de dislexia excusándome para tratar de no aceptar. Cosa que no entendió ni se preocupó en hacerlo.

Al día siguiente, después de salir de la oficina me encontraba con una franela de rayas horizontales blancas y negras Gucci (Lo más “Avant Garde” que tenía en mi armario). Me dirigí hacia un lujoso edificio en La Castellana para una prueba de cámara y vestuario, allí estaba, rodeado de un montón de modelos en sus diecinueve o veinte años con cuerpos esculturales y actitud despreocupada. “¡Maldita sea! ¿Por qué yo no tengo los brazos así?” Me preguntaba y a la vez me lamentaba no haberme puesto una camisa manga larga. Caminé en la búsqueda de Enrique H. sintiéndome la cosa más insignificante existente en esa gran y luminosa habitación llena de dioses griegos, ajenos a mi religión (la cual no tengo).

Entonces vi a Arthur, pobre alma la suya, mirando melancólicamente al vacío intentado escapar por una ventana imaginaria de lo frívola que se había convertido su vida. Todos los presentes se le acercaban, iniciaban una conversación acerca de rutinas en el gimnasio, zapatos de diseñador, nombres de la crema y nata de la sociedad caraqueña y viajes al extranjero. Arthur maldecía su hermosa apariencia, de proporciones perfectas cada vez que se observaba en un espejo.

-Dime, amigo mío- Le pregunté salvándolo de las charlas de sanguijuelas vanidosas a lo cual profirió una verdadera sonrisa y no una fingida como lo había hecho antes– ¿Cómo alguien graduado con honores en Filosofía termina convirtiéndose en el Super Modelo Venezolano?

-Pues un hombre tiene que pagar las cuentas, el alquiler, el condominio, el mercado- Me dijo observándome con ira reprimida - No hay filosofía en la supervivencia del citadino, sólo sentido común.

-¿Y entonces por qué lo detestas tanto? – Pregunté.

-Porque el ser humano se vuelve idiota con el solo hecho de estar cerca de lo que él cree belleza, entonces su mente se cierra y no quiere saber más. ¿Acaso te ha interesado lo que sucede después de un final feliz o sólo permites que te relaje como si fuera un suero para dormir?

Los siguientes días estuve analizando las palabras de Arthur. ¿Qué es lo que consideramos belleza y por qué tenemos tantos prejuicios acerca de ella? Nunca mejor dicha esa pregunta porque en ese momento Magnolia manejaba su Mini Cooper por Chacao, hablándome sobre una aventura sexual y escapada a la playa cuando casi chocamos con un carro que manejaba en retro sin siquiera su conductor mirar atrás.

-¡Ah, pero claro!- Dijo Magnolia después de vomitar un montón de palabras desagradables – Eso va responder a tu pregunta, Jack- Y me señaló al famoso piloto. Una mujer extremadamente maquillada, voluptuosa y con uñas afiladas como la reencarnación de un súcubo.

- Si… tienes razón- Decía aún hipnotizado por la sensualidad de aquella mujer – No deberían permitirles manejar.

Por otra parte Magnolia me acompañaba al centro comercial en el cual tendría la infame sesión que ya me estaba provocando dolores de cabeza y miradas al espejo similares a las de Arthur, sólo que por las razones contrarias. Habíamos entrado a mi librería favorita en la caza de algunos escritos que me sacaran de dudas acerca de la belleza física y la condición del ser humano con respecto a ella pero lo que pude conseguir fue un regaño de Oscar Wilde diciéndome “La belleza es muy superior al genio. No necesita explicación”. Y justo al salir me detuve en el más grande anaquel de revistas que haya visto, repleto de hombres y mujeres llenos de complejos observando a hombres y mujeres impresos en fotos perfectas también llenos de complejos, como un largo y fastidioso circulo vicioso. Entonces pude observar un libro coleado entre tanta vanidad: “El Maestro y Margarita” olvidado por algún comprador arrepentido. Solitario ante fuentes de lectura más populares entre las nuevas generaciones. Así me sentía yo, como aquel solitario y gris libro rodeado de luminosas fotografías que serían más deseadas por las multitudes.

Pero al salir me di cuenta que no era el único, este país es famoso por sus hermosas mujeres, salones de belleza, compras masivas en cosméticos y tratamientos para el cabello. Y es cierto que el venezolano real se preocupa por su apariencia en una medida un poco más intensa que otras culturas. Pero al final no somos un cliché y terminamos observando con cierto recelo las vitrinas de las tiendas, juzgando a quienes se ven mejor que nosotros, discriminando a la Miss de turno, preferimos usar un atuendo “cómodo” comprado en el Mercado del Cementerio y comer unos patacones con mucha salsa así no seamos zulianos.

-Caracas está llena de maniquíes- Murmuré.

-Lo sé- Dijo Magnolia mirando un vestido rojo como si hubiera encontrado al amor de su vida – ¿Pero para qué sentirse amenazado por una estatua de plástico si al final carecen de lo que más nos interesa?

-¿Cerebro?

-Mira un poco más abajo, cariño – Dijo con una sonrisa maliciosa. Por eso Adoro tanto a Magnolia, me gustaría que la conocieras.

Ya en el lugar mi corazón latía como los tambores de Barlovento, pues me habían dado la noticia de que aparecería en unas cuantas vallas de la ciudad. Arthur me dio algunos consejos sobre el manejo en la cámara y la geometría en las poses. Cosa que me entró por un oído y salió por el otro. Entonces se nos acercó una chica rubia idéntica a una de las ninfas que se me aparecen en sueños, ya estaba resignado a que se acercaría a Arthur con alguna pregunta sacada de un test de personalidad de Cosmopolitan.

-Tú eres Jack D’ Nottingham, el escritor novato – Dijo con una suave voz – Yo soy tu gran admiradora – Yo miraba a Arthur quien se alejó escondiendo una carcajada.

- Si como escritor te refieres a mi blog…

-Pues todo artista tiene un comienzo, y tu lo estas forjando maravillosamente- Me interrumpió mostrándome unos dientes perfectos- Ojalá yo pudiera escribir como tú, pero soy muy tonta o impaciente. A veces me gusta olvidar el caos de esta ciudad y refugiarme en palabras maravillosamente ordenadas que crean frases ingeniosas. Hace cinco minutos acabo de comprarme un libro llamado “El Maestro y Margarita”, me pareció curioso el hecho de que estaba en un anaquel de revistas. Como si me pidiera que lo sacara de tantas vanidades juntas.

De pronto todos los prejuicios que tenía fueron removidos como si me halaran del pié para calmarme un calambre. Y disfruté por un momento ser un modelo, estar rodeado de gente que tiene muchos atributos pero a la vez bastantes carencias. Pero en fin, gente hermosa.

Y culmino esta larga carta con una frase de Ana María Simon en su cuenta de Twitter:

“La belleza es tu cabeza”.

Tu amigo.



domingo, 27 de marzo de 2011

Cap 14: Las Personas que Temen Cruzar la Calle.

Mi buen amigo Juan Carlos:

Cuánto tiempo ha pasado desde que intercambiamos cartas compartiendo nuestros temores y alegrías en estos tiempos locos que corren a la velocidad de la luz. Mientras vemos a nuestros hermanos crecer, tener hijos, cambiar la voz y sentir que ya no somos aquellos niños para los que la despreocupación era una forma de vida. No quisiera saber esa respuesta pues conllevaría a un sentimiento de culpa seguido de excusas más empalagosas que la melaza encima de una torta de piña.

Lo que sí puedo hacer es aderezar con un poquito de acido cítrico esta carta. Pues hace unos días descubrí algo maravilloso en mi neurótica personalidad. Caminaba a las doce del mediodía entre la avenida 4ta con intersección de la transversal 3 de los Palos Grandes cuando comenzó a llover a cántaros. Como si no fuera suficiente con el horrendo día que había tenido en esta gran y caótica ciudad.

Luego de desplegar mi paraguas dignificado crucé por el rayado peatonal mirando nerviosamente a los lados y en el momento en el que se acercaba un Audi A4 a toda velocidad me di cuenta que tenía un tic nervioso. Suelo tocarme los audífonos cada vez que cruzo la calle. Y entre el caos citadino y las gotas que parecían misiles enviados por una molesta deidad desde la punta del Ávila me preguntaba que me ponía tan nervioso al cruzar una inocente calle de 5 o 6 metros de ancho. Y descubrí que no era el único que tenía esta aversión hacia los suelos de asfalto, pues más adelante me encontré con un par de señoras riéndose a carcajadas de su propia inseguridad al no poder cruzar la Avenida Rómulo Gallegos.

Entonces pensé “¿Cómo no vamos a temer cruzar la calle en un país en el que los carros se te lanzan encima, se atraviesan en pleno rayado peatonal y te pitan cuando cruzas así el semáforo les indique luz roja?” Pero no sólo enfrentamos el hecho físico de una intersección sino en la cotidianidad misma tememos atravesarnos entre tantas personas manejando por los caminos que le ofrece la vida a velocidades de considerables kilómetros por hora.

-El hecho de avanzar o quedarse parado en una esquina metafórica esperando a que las situaciones adversas se calmen es parte de la rutina de muchos ciudadanos, Jack.- Me dijo mi mejor amigo Arthur. –Simplemente tienes miedo a que te atropellen y salgas lastimado o a que te mojen con uno de esos charcos y salgas humillado. Lo importante es avanzar.

-Lo importante en este caso no sólo es avanzar- dijo mi amiga Magnolia con guiñando el ojo derecho y esbozando una sonrisa pícara como siempre lo hacía. – Lo más importante es no tener miedo, decirte a ti mismo “Los carros, las personas, lo que sea ya frenarán. O si no… bueno una jugosa demanda viene en camino”.

Esa reflexión que hacían mis amigos mientras nos tomábamos un delicioso café en Arábica me hizo recordar a mi madre quien la semana pasada tuvo el impulso repentino de manejar desde Puerto la Cruz hasta Maracaibo para visitar a su sobrina, durante dieciocho horas acompañada de mi más joven tía y en el camino sufrieron una serie de aventuras dignas de una carta aparte que prometo enviarte luego. Cuando llegaron, finalmente recibieron distintas invitaciones hacia destinos diferentes y se dijeron: “¿Bueno y ahora qué hacemos?” Y permanecieron horas allí intentando tener el valor de cruzar ante una autopista de posibilidades, así como ha sido su vida en la cual siempre tuvieron miedo de cruzar.

Juan, ya sé que no te he escrito durante más de un año pero entre los asuntos personales y las dudas acerca de mi talento no he tenido el valor de cruzar ese umbral el cual conlleva a una nueva etapa. Y pensé mucho en ti ayer cuando en un ataque de depresión por ver mi cuerpo tan delgado a pesar de comer con abundancia salí hacia la maravillosa panadería Cueva de Iria para descubrir que tenían sólo Pan Integral. “Excelente, Justo cuando menos necesito una maldita dieta tengo que comprar comida dietética porque no hay suficiente harina en la ciudad.”

-¡Olvídate del pan! No hay toallas sanitarias ¿Qué demonios voy a hacer con mi vagina si ya vienen mis días en que “me siento más mujer”? – Me dijo al día siguiente Magnolia cuando nos escapamos rápidamente al mediodía de nuestras rutinas para tener un Almuerzo Express. Ella es una chica muy irónica, muy sexual y puedo asegurar que a sus veinte años tiene mucha más presencia y seguridad que cualquier mujer de treinta.

- Ya en este país hay muchas carencias ¿Nos vamos a seguir sorprendiendo por ello?- Dije

- Sería terrible no hacerlo, pues estaremos muertos- Dijo Dimitri sin despegar la mirada a su teléfono móvil, como siempre lo hacía. Lo cual es una lástima porque tiene unos ojos maravillosos – Pero la carencia más importante es la de tus escritos, Jack. Si no tienes nada que expresar pues para ti sería como estar muerto.

Al oír esas palabras, de repente sentí un golpe en el pecho. Tenía ganas de irme a mi casa y acostarme a dormir. Pues yo sabía lo que sucedía, mis musas habían cruzado la autopista mientras yo me quedaba en la acera lleno de tics nerviosos, esperando a que regresaran y me halaran del brazo para llevarme al nirvana nuevamente.

-A veces no puedes esperar por Musas – Dijo Dimitri aún observando su teléfono – No puedes esperar por nada ni por nadie. Sólo avanzar.

En ese momento me hiciste mucha falta, amigo. Y pues no tendré muchas Musas ni fantasía en estos días pero sí tengo ganas de cruzar esta bendita calle y ver qué hay más allá. Y lo haré.

Tu amigo.