viernes, 20 de noviembre de 2009

Cap. 7: El Primer Amor de Jack

Tal vez él era muy pequeño para manejar tantas emociones juntas, pero la primera vez que Jack D’ Nottingham observó la ciudad Puerto Ordaz un encantamiento se alojó en él. Donde quiera que estuviera sus ojos sólo podían reconocer maravillas, ajenas a su entorno anterior en el que la playa, el calor y la suciedad eran costumbres nada extraordinarias.

Tenía 8 años, su madre Natalie se aseguró que él y su hermana Katterina se sintieran cómodos en aquel lugar en el que ya no sentirían la amenaza de Gregory El Gordo. Jack desarrolló un gusto particular por los detalles del entorno que lo rodeaba, él podía ver más allá de lo que los demás normalmente observaban en un edificio (Por ejemplo). La ciudad le parecía futurista, limpia y su gente tenía una cultura totalmente distinta a la que él estaba acostumbrado, las tradiciones mineras, las joyas en crudo y la devoción religiosa al Río Caroní tan salvaje y poderoso.

El primer día de escuela llegó y Jack trataba de controlar la serpiente pitón que le estrangulaba las entrañas. “¿Cómo serían los demás niños?” Pensaba, él era muy tímido porque no entendía que los demás no vieran lo que él observaba entre las ninfas que bailaban en el cielo. Pero los miedos se tornaron en algo más extraño cuando llegó a su salón de clases, porque allí estaba ella.

-Hola, mi nombre es Ángela – dijo la niña que estaba sentada a su lado, ella tenía la cabellera dorada adornada con lazos rosados muy pequeños, unos ojos azules muy penetrantes y una sonrisa celestial.

No era miedo lo que sentía ni tampoco felicidad, podía ser una cosa entre los dos porque era como si le estrangularan el pecho. ¿Pero eso era bueno o malo? Había escuchado innumerables historias de su madre acerca del amor que sentía por su padre, historias que terminaban el llanto inconsolable de ella mientras miraba entre los edificios, tratando de encontrar a la luna como si fuera su más ferviente confidente.

Y durante esas noches Jack no podía dormir cómodamente, pues la imagen de la niña dorada se acrecentaba, se imaginaba haciendo muchas cosas con ella pero ni se atrevía a hablarle en realidad. Es que no sabía si estaba bien o mal. Tal vez esté en lo cierto o quizá esté equivocado, amar sería un problema tal como él lo hacía y si esto era un crimen entonces él era el culpable, condenado por amarla mucho. La niña delicada del quinto grado en la escuela adventista de aquella luminosa ciudad, los ángeles sonreían al verla pasar siempre con impecable sonrisa, la más hermosa del mundo. Él se sentía un niño insignificante a su lado y eso era bueno. Pero si eso era un crimen entonces él era culpable, condenado por amarla bastante. Es que no era lo mismo, y qué si era un crimen, es que era un problema hablar con algo tan hermoso. Quizá era malo soñar con ella en una solitaria y fría noche, si eso era un crimen entonces él era culpable, condenado por amarla demasiado. Pero qué podía hacer, la vergüenza era terrible, qué podía decirle, cómo podía explicarle que era un niño enamorado, no podría enfrentarlo. Ella era la verdad, era la pureza, tantas cosas bonitas que alegraban con su sola presencia; pero Jack siempre era el mismo niño. Silencio y mirada, sueños y esperanza, el amor no resultaba ser fácil. Si eso era un crimen entonces él era culpable, condenado por amarla de esa manera.

Y mientras Jack sufría y gozaba en silencio, Natalie rehacía su vida sentimental. Ese Adonis del trabajo llevaba meses cortejándola hasta que ella cedió. Era como una de esas fantasías de libros rosas hecha realidad, ella aún era una mujer hermosa pero no pensaba despertar los deseos de un dios griego como ese. Y fue en ese momento en el que Iván reapareció en esa lejana ciudad con la excusa de visitar a su hijo. Tal vez porque el matrimonio con el pasar de los años perdió toda su belleza, tal vez se sentía solo en su interior o le hacía falta por lo menos ver la personalidad cursi de Natalie que a él le encantaba. Pero cuando ella se apareció en el Mc Donald’s tomada de la mano con aquel joven su corazón se apagó, sabiéndolo disimular a la perfección.

Y durante un tiempo, Natalie fue feliz. Al igual que su hijo quien estaba enamorado profundamente de un ángel. Y Katterina a pesar de ser una niña común despertaba a veces llorando para pedirle perdón a su madre porque fue culpa suya que su padre los abandonara.

Fue una noche de tormenta cuando apareció en casa una mujer vestida de negro, con cabellos azabaches largos hasta la cintura coronados por un amplio sombrero y labios del color de la sangre. A Jack D’ Nottingham le recordó la imagen de un vampiro y se escondió entre unos muebles de la sala. La muerte se alojaba en la mirada de esa mujer y sus gritos eran diabólicos. Resultaba ser la ex esposa del Adonis de Natalie. Una mujer con desequilibrios mentales que amenazó a todos los que moraban en esa casa con una vida de miserias, luego de golpear a Natalie en la cara y derribarla se fue hacia la espesura de la noche lluviosa.

Jack sólo podía pensar en el refugio de su amada Ángela pero al llegar a su casa al día siguiente una tristeza rondaba aquella morada. Ella lo abrazó y le dijo con una sonrisa tan amplia que las lágrimas no lograban empañarlas. “Dicen que tengo cáncer, Jack. Y que no me queda mucho tiempo. Dicen que no puedo salir a jugar más contigo porque puedo cansarme mucho. Pero puedes quedarte aquí leyendo conmigo si quieres”.

Los meses transcurrieron, Natalie se había distanciado de sus hijos y por alguna razón desconocida estaba viajando muy a menudo, dejando a Jack y Katterina al cuidado de muchas niñeras que terminaban robando. Jack culpó de esto a ese nuevo hombre joven que ni siquiera les dirigía la mirada. Y las tardes y noches se escapaba a leer muchos cuentos junto con Ángela que cada vez se hacía más pequeña, y más pálida. No sabía si sentía dolor porque ella nunca se lo demostraba, pero a Jack le parecía la persona más hermosa del mundo ¡Es que la amaba tanto! “Te prometo que nunca te dejare” Le dijo y ella dejó escapar una lágrima mientras sonreía.

Pero al día siguiente Jack desapareció. Pues su madre se lo había llevado a una ciudad lejana en la cual huirían de aquella mujer vampiro que podía atentar contra el bienestar de sus hijos.

Jack nunca más vio a Ángela.

1 comentario:

Ludwig Laborda dijo...

Esta parece una historia de las que salen en la mitología griega. Lo digo por lo trágico que es.