domingo, 27 de marzo de 2011

Cap 14: Las Personas que Temen Cruzar la Calle.

Mi buen amigo Juan Carlos:

Cuánto tiempo ha pasado desde que intercambiamos cartas compartiendo nuestros temores y alegrías en estos tiempos locos que corren a la velocidad de la luz. Mientras vemos a nuestros hermanos crecer, tener hijos, cambiar la voz y sentir que ya no somos aquellos niños para los que la despreocupación era una forma de vida. No quisiera saber esa respuesta pues conllevaría a un sentimiento de culpa seguido de excusas más empalagosas que la melaza encima de una torta de piña.

Lo que sí puedo hacer es aderezar con un poquito de acido cítrico esta carta. Pues hace unos días descubrí algo maravilloso en mi neurótica personalidad. Caminaba a las doce del mediodía entre la avenida 4ta con intersección de la transversal 3 de los Palos Grandes cuando comenzó a llover a cántaros. Como si no fuera suficiente con el horrendo día que había tenido en esta gran y caótica ciudad.

Luego de desplegar mi paraguas dignificado crucé por el rayado peatonal mirando nerviosamente a los lados y en el momento en el que se acercaba un Audi A4 a toda velocidad me di cuenta que tenía un tic nervioso. Suelo tocarme los audífonos cada vez que cruzo la calle. Y entre el caos citadino y las gotas que parecían misiles enviados por una molesta deidad desde la punta del Ávila me preguntaba que me ponía tan nervioso al cruzar una inocente calle de 5 o 6 metros de ancho. Y descubrí que no era el único que tenía esta aversión hacia los suelos de asfalto, pues más adelante me encontré con un par de señoras riéndose a carcajadas de su propia inseguridad al no poder cruzar la Avenida Rómulo Gallegos.

Entonces pensé “¿Cómo no vamos a temer cruzar la calle en un país en el que los carros se te lanzan encima, se atraviesan en pleno rayado peatonal y te pitan cuando cruzas así el semáforo les indique luz roja?” Pero no sólo enfrentamos el hecho físico de una intersección sino en la cotidianidad misma tememos atravesarnos entre tantas personas manejando por los caminos que le ofrece la vida a velocidades de considerables kilómetros por hora.

-El hecho de avanzar o quedarse parado en una esquina metafórica esperando a que las situaciones adversas se calmen es parte de la rutina de muchos ciudadanos, Jack.- Me dijo mi mejor amigo Arthur. –Simplemente tienes miedo a que te atropellen y salgas lastimado o a que te mojen con uno de esos charcos y salgas humillado. Lo importante es avanzar.

-Lo importante en este caso no sólo es avanzar- dijo mi amiga Magnolia con guiñando el ojo derecho y esbozando una sonrisa pícara como siempre lo hacía. – Lo más importante es no tener miedo, decirte a ti mismo “Los carros, las personas, lo que sea ya frenarán. O si no… bueno una jugosa demanda viene en camino”.

Esa reflexión que hacían mis amigos mientras nos tomábamos un delicioso café en Arábica me hizo recordar a mi madre quien la semana pasada tuvo el impulso repentino de manejar desde Puerto la Cruz hasta Maracaibo para visitar a su sobrina, durante dieciocho horas acompañada de mi más joven tía y en el camino sufrieron una serie de aventuras dignas de una carta aparte que prometo enviarte luego. Cuando llegaron, finalmente recibieron distintas invitaciones hacia destinos diferentes y se dijeron: “¿Bueno y ahora qué hacemos?” Y permanecieron horas allí intentando tener el valor de cruzar ante una autopista de posibilidades, así como ha sido su vida en la cual siempre tuvieron miedo de cruzar.

Juan, ya sé que no te he escrito durante más de un año pero entre los asuntos personales y las dudas acerca de mi talento no he tenido el valor de cruzar ese umbral el cual conlleva a una nueva etapa. Y pensé mucho en ti ayer cuando en un ataque de depresión por ver mi cuerpo tan delgado a pesar de comer con abundancia salí hacia la maravillosa panadería Cueva de Iria para descubrir que tenían sólo Pan Integral. “Excelente, Justo cuando menos necesito una maldita dieta tengo que comprar comida dietética porque no hay suficiente harina en la ciudad.”

-¡Olvídate del pan! No hay toallas sanitarias ¿Qué demonios voy a hacer con mi vagina si ya vienen mis días en que “me siento más mujer”? – Me dijo al día siguiente Magnolia cuando nos escapamos rápidamente al mediodía de nuestras rutinas para tener un Almuerzo Express. Ella es una chica muy irónica, muy sexual y puedo asegurar que a sus veinte años tiene mucha más presencia y seguridad que cualquier mujer de treinta.

- Ya en este país hay muchas carencias ¿Nos vamos a seguir sorprendiendo por ello?- Dije

- Sería terrible no hacerlo, pues estaremos muertos- Dijo Dimitri sin despegar la mirada a su teléfono móvil, como siempre lo hacía. Lo cual es una lástima porque tiene unos ojos maravillosos – Pero la carencia más importante es la de tus escritos, Jack. Si no tienes nada que expresar pues para ti sería como estar muerto.

Al oír esas palabras, de repente sentí un golpe en el pecho. Tenía ganas de irme a mi casa y acostarme a dormir. Pues yo sabía lo que sucedía, mis musas habían cruzado la autopista mientras yo me quedaba en la acera lleno de tics nerviosos, esperando a que regresaran y me halaran del brazo para llevarme al nirvana nuevamente.

-A veces no puedes esperar por Musas – Dijo Dimitri aún observando su teléfono – No puedes esperar por nada ni por nadie. Sólo avanzar.

En ese momento me hiciste mucha falta, amigo. Y pues no tendré muchas Musas ni fantasía en estos días pero sí tengo ganas de cruzar esta bendita calle y ver qué hay más allá. Y lo haré.

Tu amigo.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Sweety, hasta hoy fue que tuve la oportunidad de leer tu nueva publicación... Tienes una facilidad para escribir sorprendente, aquí cuentas con una seguidora...

Ludwig Laborda dijo...

Esta muy bueno hermano, lo fastidioso es esperar la otra entrada jaja