viernes, 11 de diciembre de 2009

Cap. 12: El Santo Grial en Territorio Persa.


Mi buen amigo Juan Carlos:

Recuerdo aún esas conversaciones cliché sobre el destino que teníamos mientras bebíamos Cuba Libre de frente al bosque de Nottingham, “Todo sucede porque tiene que suceder” Esa era tu frase favorita. Pero fue esta semana cuando en verdad lo tome en serio, todo tiene una ilación exacta y precisa, es como decía Paulo Coelho en El Alquimista: “Cuando una persona desea realmente algo. El Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño. Basta con aprender a escuchar los dictados de su corazón y a descifrar el lenguaje que está más allá de sus palabras”.

Comencé mi lunes levantándome a las cinco de la mañana, preparando mi almuerzo, bañándome, vistiéndome con ropa abrigada (pues ya llegó Pacheco a Caracas) y saliendo a trabajar. Me llevó una hora y cuarenta minutos llegar a Los Ruices en bus, pero antes de eso admiraba a la ciudad despertando desde el oeste hacia el este. Los matices me encantan y esta ciudad caótica tiene mucho que ofrecer a pesar del pesimismo de muchos de sus habitantes. Comenzaba mi Gestión de cobranza de la misma forma: “Buenos Días-Tarde le habla Jack de parte del departamento de cobranzas del Banco XXX, me puede comunicar con…” Pero era frustrante saber que la cartera de clientes que me asignaban era complicada, la mayoría de los números telefónicos no existían, estaban equivocados o simplemente repicaba y no contestaban. Otros se volvían agresivos, los insultos eran abundantes y las groserías ya las tomaba como halagos de tantas veces que me las dedicaban. Mi gestión era agresiva, a veces intimidante pero me estaba desgastando, al mediodía ya me sentía amargado en ese cubículo de oficina monocromático. “Tanto que evité tener un empleo rutinario en un cubículo en el que me sienta ahogado y ahora estoy acá” Pensé, pero era necesario, era mi comienzo a la emancipación, así sea con un sueldo mínimo que no me alcanzara para comprar medio mercado. Pero esa noche recibí buenas nuevas de nuestro amigo Arturo: “Mañana te espero en mi oficina pues tendrás una entrevista con mi jefe”
Al día siguiente me coloqué una camisa y sweater vino tinto, corbata negra, pantalones negros y esos zapatos de vestir que me incomodaban. La entrevista fue completamente en inglés, pero tenía años sin practicar y ya había olvidado ciertas cosas. Mr. Ormuz es un hombre sin edad, de mirada serena y una bondad dispuesta a impartir a quien lo necesite pero sus ojos intimidan al punto de uno saberlo: él es el jefe y hay que respetarlo. Su pronunciación del inglés me confundía sobremanera pues tiene una tonalidad persa y arrastra las palabras. Pero pude entenderlo, estaba contratado aunque sólo por tres semanas pues le haría la suplencia a mi buen amigo Arturo, quien tomaría vacaciones. Inmediatamente me mantuve en un ambiente de oficinas bien distribuidas, amplias y con vista espectacular en uno de los mejores lugares de Caracas. Estaba en el departamento de compras masivas para una constructora iraní, debía hablar inglés todo el tiempo aunque de pronto me sentí confundido con las terminologías técnicas y el sistema de traducciones simultáneas; y te confieso, amigo mío, que en ese momento sentí miedo. Pues no entendía, estaba aislado y frustrado porque no quería decepcionar a nadie y mucho menos a mí mismo, ya que sentía que no daba la talla, o que era demasiado bruto y no sabía por dónde había pasado mientas estaba en la universidad. Así que acudí rápidamente a una capilla cercana y aclamé ante el inerte altar clemencia para mi alma, sabiduría para esta decisión importante. Y entonces estaba el Arcángel Gabriel allí, sentado a mi lado, con sus alas blancas incorruptas diciéndome “Todo lo que está sucediendo ya fue premeditado, ya está previsto y destinado hacia ti. Es tu decisión ahora tomar el camino justo, no tengas miedo, asume las cosas que te parezcan imposibles como un reto, y te sentirás orgulloso de los resultados pues más adelante vendrán más cosas y deberás estar preparado con este entrenamiento que te estamos ofreciendo”.

Al día siguiente estuve de nuevo en la oficina de mi nuevo empleo, Arturo me enseñaba las operaciones de la empresa cuando de pronto apareció mi halcón mensajero avisándome una dirección de contacto donde supuestamente había llegado un paquete de correspondencia, pude leer un mensaje en la tarjeta en letras doradas diciendo “Tenías razón con respecto a la correspondencia pero ya te lo había dicho antes, los ‘incorpóreos’ a veces mandamos ‘mensajes’ tangibles para que se cercioren que no somos obras de la imaginación, considéralo como tu regalo celestial de graduación, de cumpleaños y por tu hermosa y caótica vida”. Y en la nota de la dirección aparecía otro escrito en letras pequeñas: “La base de todo éxito es la humildad, mientras más ostentoso seas, más alejado estarás de tu fin, la oscuridad es el camino, la luz la meta, tus armas para el futuro encontrarás, cuida de que la reliquia divina no sea destruida por el fuego que reside dentro de tu corazón”. Me abalancé hasta el lugar el cual aparecía en la nota en horas del almuerzo, afortunadamente quedaba cerca del trabajo pero al llegar a la calle me encontré con cuatro edificios elevados al cielo pero de diferentes estilos. El primero estaba adornado de mármol blanco, estaba allí el despacho de correspondencia MRW; el segundo era de ladrillos brillantes, allí se encontraba Domesa; el tercero era azul como el cielo y allí estaba Zoom, pero el cuarto estaba casi en ruinas, sucio y con la pintura desconchada, allí no había una empresa de correspondencia sino un camino hacia un estacionamiento el cual me producía total desconfianza. Luego de preguntar en los primeros tres edificios, recordé la nota que había en la dirección ¿en verdad me habían enviado una reliquia divina? Crucé el portón oxidado, avancé entre los carros llenos de polvo, a pleno mediodía me sentía en una escena típica de una película de terror de los años ochenta, solo que sin sexo. Había un portón gris en el cual estaba postrado mi halcón mensajero, que me miraba fijamente, al entrar por el portón todo estaba oscuro, excepto por una lámpara que pestañeaba y me impedía ver claramente los cuatro portones negros que se encontraban “…la oscuridad es el camino…” recordé. Al abrir uno de ellos, el que picoteaba mi halcón entré a una habitación repleta de cajas de todos los tamaños y colores, y al final estaba una mujer de muy baja estatura y rostro regordete que me recordó a un gnomo, le pregunté por el número de el pedido y ella a la velocidad de la luz me entregó una caja pequeña la cual no dudé en abrir al acto. Y era verdad porque una luz salía de ella y mi semblante se alegró de una forma que no podría describir con palabras pues no le harían justicia al sentimiento que me abordaba. Era una cajita de madera la cual tenía inscrita mi lema “Mientras los sueños no tengan fin el camino será ilimitado; sólo lo bloquea el miedo” y aparecían los símbolos del Alfa y la Omega. Al abrirla estaba un hermoso bolígrafo de madera con mi nombre inscrito en él y una nota en una tarjetita que decía “Es una varita mágica, es tu arma más importante desde ahora, la hizo personalmente Él para ti con un fragmento del cáliz sagrado, El Santo Grial”.

Al llegar a la oficina no dudé en enseñarle todo a mi amigo Arturo, quien quedó boquiabierto y me dijo “Por muchos siglos, desde antes que el mundo se corrompiera con el egoísmo y los pecados capitales mi estirpe estuvo buscando el Santo Grial, desde los caballeros de la mesa redonda hasta la Orden de Parsifal en tierras del fuego congelado al sur del mundo ¿Ahora se aparece ante tus ojos y en esta tierra Persa me lo enseñas? No te imaginas la suerte que tienes, y lo digo con admiración y sin envidia alguna". Amigo, no puedo escribir la sensación de responsabilidad que tengo ahora porque no encuentro palabras apropiadas. Mi amigo Arturo se fue el viernes a un largo viaje a rescatar doncellas en apuros, probarse a sí mismo, liberar al amor de su vida de los dragones que lo celan y encontrar su propio fragmento del Santo Grial. Yo me quedaré en territorio persa bajo la vigilancia de Mister Ormuz intentando no decepcionar, luchando por hacerlo todo bien y continuando mi camino, aun siento miedo pero tengo la fuerza para avanzar y eso es lo más importante.
Tu amigo.

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